A. ¿QUÉ ES LA PRUDENCIA?
1. ¿Qué es la prudencia? La prudencia es el hábito
de acertar en las decisiones. Nada menos. Es la virtud, que en cada situación
distingue lo bueno de lo malo, dirigiendo la conducta de acuerdo con la verdad
y el bien. Con ella se clarifica el fin y se busca la manera más favorable de
llegar a él. La prudencia es la virtud por la que se discierne en toda circunstancia
nuestro verdadero bien y se eligen los medios rectos para realizarlo. La
prudencia facilita tomar decisiones acertadas en las diversas circunstancias de
la vida. Es el recto conocimiento de lo que se debe obrar. Algo muy interesante.
2. ¿La prudencia es cosa de cobardes? La prudencia
no se opone a la valentía. Es una virtud y las virtudes se apoyan, no se
estorban. La prudencia decide obrar bien, y la cobardía no es un bien.
3. ¿La prudencia es cosa de viejos? La prudencia
será propia de viejos si ellos son prudentes; será propia de jóvenes si estos
la ejercitan. La experiencia puede ayudar a la prudencia, pero no basta.
4. ¿Cómo ayuda la prudencia a tomar decisiones
acertadas? El proceso puede explicarse así: Ante una situación determinada, la
inteligencia busca el modo de actuar correcto y emite un juicio -esto es bueno
o malo, esto es mejor o peor-. Este juicio moral sobre la bondad o maldad de
una acción se llama conciencia. A base de emitir juicios certeros, se adquiere
rapidez y facilidad, una costumbre buena o virtud, llamada prudencia, que es el
hábito de la conciencia recta, la facilidad de la inteligencia para distinguir
enseguida el bien.
5. ¿Hay un proceso en la prudencia? La prudencia se
ejercita en dos etapas: deliberar y decidir.
B. DELIBERAR
1. ¿Qué es la deliberación? La deliberación es la
reflexión atenta sobre la realidad del asunto, las soluciones posibles, y las
ventajas o inconvenientes de inclinarse en un sentido u otro.
2. ¿Siempre hay que deliberar? Antes de actuar
conviene pensar un poco, al menos un instante. ¿A dónde quiero ir?, ¿qué camino
debo seguir?... En asuntos elementales apenas hace falta pensar y basta una
decisión inmediata. Pero en temas de cierta envergadura una persona prudente
sigue un proceso de deliberación.
3. ¿Cómo deliberar? La deliberación prudencial
suele basarse en tres acciones:
Considerar la experiencia personal.- ¿Qué me ha
sucedido en casos similares?, ¿qué medida fue más eficaz otras veces?, ¿cómo lo
resolvieron otros que se enfrentaron a las mismas dificultades? Esta experiencia
hace que los ancianos suelan ser más juiciosos. Siempre que sean personas que
lleven tiempo haciendo el bien.
Pedir consejo.- Para aprovechar las ideas y
aciertos de los demás -su experiencia-, se expone el caso a personas de buena
formación y costumbres; se escucha su parecer; y se decide con más elementos de
juicio. Es posible seguir o no el consejo, pero un mínimo de prudencia invita a
escuchar esas opiniones valiosas. Quien pide consejo tiene el sentido común de
pensar que los demás también aciertan. Los buenos libros pueden ayudar.
Prever las consecuencias.- La deliberación incluye
por último prever las consecuencias de los actos. Una reflexión lógica para acertar
en las decisiones. ¿Qué sucederá después?, ¿a dónde me conduce esto? Es
importante mirar las repercusiones de los actos, y no dejarse llevar por el
capricho del momento.
C. DECIDIR
1. Deliberar y decidir.- No basta con deliberar
mucho. Para ser prudentes también hay que decidirse. A veces es prudente
retrasar la decisión hasta que se completen todos los elementos del juicio. En
otras ocasiones sería imprudencia no comenzar a poner por obra, cuanto antes,
lo que se debe hacer. Deliberar sí, pero con vistas a elegir. Deliberar es
importante pero también hay que optar por un camino y seguirlo. La meta no es
deliberar, sino decidir bien y actuar así.
2. ¿Y si no me decido? Para animarse a elegir con
prontitud arrinconando dudas, se puede observar que la inactividad ya es una
determinación. El permanecer quieto ya es una opción escogida, aunque no sea
claramente deseada. Cuando se duda en realizar algo, mientras se pospone el sí,
se elige no. Si alguien duda entre estudiar o no, hasta que no empiece, su
elección es no hacerlo. Quien no acaba de decidirse, en realidad opta por una
negativa. Si la resolución se retrasa más y más, se ratifica un rechazo -inconsciente
quizá-.
3. ¿Alguna ayuda para los indecisos? Hay casos
donde una de las opciones es de tal categoría que invita a resolver la duda en
su dirección. Conviene deliberar algo pero, si la duda se prolonga, lo mejor es
decidir afirmativamente y alcanzar ese tesoro.
D. AYUDAS A LA PRUDENCIA
1. ¿Más recursos para acertar en las decisiones?
Deliberar y decidir son aspectos primordiales de la prudencia, pero hay dos
asuntos más básicos:
Debe haber metas.- Para que la prudencia acierte,
debe tener la orientación de unas metas hacia donde dirigirse. Quien carece de
ideales en su vida navega a la deriva del capricho, gobernado por la frivolidad
y superficialidad. Algo parecido a los niños pequeños que sólo atienden a lo
inmediato. Me gusta, lo tomo. No me gusta, lloro. No prevén el alcance de sus
acciones porque carecen de criterios y fines.
Es preciso tener metas correctas.- Pues si se toman
decisiones con vistas a una finalidad malvada, la prudencia será perniciosa,
como en el caso del ladrón que prepara un robo perfecto. Es necesario, pues,
cuidar la formación de una escala de valores correcta, para dirigir los pasos
hacia lo que realmente es bueno.
2. ¿Un resumen sobre la prudencia? En resumen, una
persona prudente delibera lo necesario sin precipitarse, sabe pedir consejo,
mira las consecuencias de sus actos, toma decisiones con la rapidez necesaria,
y posee una escala de valores correcta que orienta su actuación. Con la
práctica, esos aspectos se ejercitan con ágil naturalidad.
3. ¿Algo que anime a ejercitar la prudencia? La
prudencia influye especialmente en todas las virtudes, pues ayuda a tomar
buenas decisiones en cualquier acción. Por ejemplo, supongamos una persona muy
laboriosa. La prudencia le dirá: ahora debes trabajar, ahora tienes que atender
otras obligaciones de oración, de familia, etc.- Una persona muy trabajadora
pero imprudente caería en un defecto de la laboriosidad que puede llamarse
"profesionalitis".
4. ¿Cómo ejercitar la prudencia? Se trata de
practicar los aspectos mencionados. Por ejemplo:
Evitar la irreflexión. Decirse a sí mismo: ¡a ver,
piensa un poco!
Entrenarse a pedir consejo.
Anotar algunas experiencias para que sirvan a otros
(y a uno mismo en el futuro, pues el olvido acecha).
Pensar en las consecuencias de una acción concreta,
para aprender a tenerlo en cuenta otras veces.
Ordenar una habitación es un ejercicio de orden, y
también entrenamiento para decidirse rápidamente (por un sitio u otro).
¿Esto es bueno o malo? Esta simple cuestión ayuda a
acertar en muchas decisiones y viene bien preguntárselo a veces.
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