Segundo a edição de 1562
PRÓLOGO
CAPÍTULO 34
9.
¡Oh bondad y humanidad grande de Dios, cómo no mira las palabras, sino los
deseos y voluntad con que se dicen! ¡Cómo sufre que una como yo hable a Su
Majestad tan atrevidamente! Sea bendito por siempre jamás.
10.
Acuérdome que me dio en aquellas horas de oración aquella noche un afligimiento
grande de pensar si estaba en enemistad de Dios. Y como no podía yo saber si
estaba en gracia o no (no para que yo lo desease saber, mas deseábame morir por
no me ver en vida adonde no estaba segura si estaba muerta, porque no podía haber
muerte más recia para mí que pensar si tenía ofendido a Dios) y apretábame esta
pena; suplicábale no lo permitiese, toda regalada y derretida en lágrimas.
Entonces entendí que bien me podía consolar y estar cierta que estaba en
gracia; porque semejante amor de Dios y hacer Su Majestad aquellas mercedes y sentimientos
que daba al alma, que no se compadecía hacerse a alma que estuviese en pecado
mortal.
Quedé
confiada que había de hacer el Señor lo que le suplicaba de esta persona.
Díjome que le dijese unas palabras. Esto sentí yo mucho, porque no sabía cómo
las decir, que esto de dar recado a tercera persona;- como he dicho,- es lo que
más siento siempre, en especial a quien no sabía cómo lo tomaría, o si burlaría
de mí.
Púsome
en mucha congoja. En fin, fui tan persuadida, que, a mi parecer, prometí a Dios
no dejárselas de decir y, por la gran vergüenza que había, las escribí y se las
di.
11.
Bien pareció ser cosa de Dios en la operación que le hicieron.
Determinóse
muy de veras de darse a oración, aunque no lo hizo desde luego. El Señor, como
le quería para Sí, por mi medio le enviaba a decir unas verdades, que, sin
entenderlo yo, iban tan a su propósito que él se espantaba, y el Señor que
debía disponerle para creer que era Su Majestad. Yo, aunque miserable, era
mucho lo que suplicaba al Señor muy del todo lo tornase a Sí y le hiciese aborrecer
los contentos y cosas de la vida. Y así -¡sea alabado por siempre!- lo hizo tan
de hecho, que cada vez que me habla me tiene como embobada; y si yo no lo
hubiera visto, lo tuviera por dudoso en tan breve tiempo hacerle tan crecidas
mercedes y tenerle tan ocupado en Sí, que no parece vive ya para cosa de la tierra.
Su
Majestad le tenga de su mano, que si así va adelante (lo que espero en el Señor
sí hará, por ir muy fundado en conocerse), será uno de los muy señalados
siervos suyos y para gran provecho de muchas almas; porque en cosas de espíritu
en poco tiempo tiene mucha experiencia, que estos son dones que da Dios cuando quiere
y como quiere, y ni va en el tiempo ni en los servicios. No digo que no hace
esto mucho, mas que muchas veces no da el Señor en veinte años la contemplación
que a otros da en uno. SuMajestad sabe la causa.
Y
es el engaño, que nos parece por los años hemos de entender lo que en ninguna
manera se puede alcanzar sin experiencia. Y así yerran muchos -como he dicho-
en querer conocer espíritus sin tenerle. No digo que quien no tuviere espíritu,
si es letrado, no gobierne a quien le tiene; mas entiéndese en lo exterior e
interior que va conforme a vía natural por obra del entendimiento, y en lo sobrenatural
que mire vaya conforme a la Sagrada Escritura. En lo demás no se mate, ni
piense entender lo que no entiende, ni ahogue los espíritus, que ya, cuanto en
aquello, otro mayor Señor los gobierna, que no están sin superior.
12.
No se espante ni le parezcan cosas imposibles -todo es posible al Señor-, sino
procure esforzar la fe y humillarse de que hace el Señor en esta ciencia a una
vejecita más sabia, por ventura, que a él aunque sea muy letrado; y con esta
humildad aprovechará más a las almas y a sí que por hacerse contemplativo sin
serlo. Porque torno a decir que si no tiene experiencia, si no tiene muy mucha humildad
en entender que no lo entiende y que no por eso es imposible, que ganará poco y
dará a ganar menos a quien trata. No haya miedo, si tiene humildad, permita el
Señor que se engañe el uno ni el otro.
13.
Pues a este Padre que digo, como en muchas cosas se la ha dado el Señor, ha
procurado estudiar todo lo que por estudio ha podido en este caso -que es buen
letrado- y lo que no entiende por experiencia infórmase de quien la tiene, y
con esto ayúdale el Señor con darle mucha fe, y así ha aprovechado mucho a sí y
a algunas ánimas, y la mía es una de ellas; que como el Señor sabía en los trabajos
que me había de ver, parece proveyó Su Majestad que, pues había de llevar
consigo a algunos que me gobernaban, quedasen otros que me han ayudado a hartos
trabajos y hecho gran bien. Hale mudado el Señor casi del todo, de manera que
casi él no se conoce -a manera de decir- y dado fuerzas corporales para penitencia
(que antes no tenía, sino enfermo), y animoso para todo lo que es bueno y otras
cosas, que se parece bien ser muy particular llamamiento del Señor. Sea bendito
por siempre.
14.
Creo todo el bien le viene de las mercedes que el Señor le ha hecho en la
oración, porque no son postizos. Porque ya en algunas cosas ha querido el Señor
sea ya experimentado, porque sale de ellas como quien tiene ya conocida la
verdad del mérito que se gana en sufrir persecuciones. Espero en la grandeza
del Señor ha de venir mucho bien a algunos de su Orden por él, y a ella misma.
Ya
se comienza esto a entender. He visto grandes visiones, y díchome el Señor
algunas cosas de él y del rector de la Compañía de Jesús que tengo dicho, de
grande admiración, y de otros dos religiosos de la Orden de Santo Domingo, en
especial de uno, que también ha dado ya a entender el Señor por obra en su aprovechamiento
algunas cosas que antes yo había entendido de él. Mas de quien ahora hablo han sido
muchas.
15.
Una cosa quiero decir ahora aquí. Estaba yo una vez con él en un locutorio, y
era tanto el amor que mi alma y espíritu entendía que ardía en el suyo, que me
tenía a mí casi absorta; porque consideraba las grandezas de Dios en cuán poco
tiempo había subido un alma a tan gran estado. Hacíame gran confusión, porque le
veía con tanta humildad escuchar lo que yo le decía en algunas cosas de
oración, como yo tenía poca de tratar así con persona semejante. Debíamelo
sufrir el Señor, por el gran deseo que yo tenía de verle muy adelante. Hacíame
tanto provecho estar con él, que parece dejaba a mi ánima puesto nuevo fuego
para desear servir al Señor de principio.
¡Oh
Jesús mío, qué hace un alma abrasada en vuestro amor!
¡Cómo
la habíamos de estimar en mucho y suplicar al Señor la dejase en esta vida!
Quien tiene el mismo amor, tras estas almas se había de andar si pudiese.
16.
Gran cosa es un enfermo hallar otro herido de aquel mal. Mucho se consuela de
ver que no es solo. Mucho se ayudan a padecer y aun a merecer. Excelentes
espaldas se hacen ya gente determinada a arriscar mil vidas por Dios y desean
que se les ofrezca en qué perderlas. Son como soldados que, por ganar el despojo
y hacerse con él ricos, desean que haya guerra. Tienen entendido no lo pueden
ser sino por aquí. Es este su oficio, el trabajar. ¡Oh, gran cosa es adonde el
Señor da esta luz de entender lo mucho que se gana en padecer por El! No se
entiende esto bien hasta que se deja todo, porque quien en ello se está, señal
es que lo tiene en algo; pues si lo tiene en algo, forzado le ha de pesar de ejarlo,
y ya va imperfecto todo y perdido. Bien viene aquí, que es perdido quien tras
perdido anda. ¿Y qué más perdición, y qué más ceguedad, qué más desventura que
tener en mucho lo que no es nada?
SANTA TERESA DE JESÚS O DE ÁVILA