Segundo a edição de 1562
PRÓLOGO
CAPÍTULO 40
1.
Estando una vez en oración, era tanto el deleite que en mí sentía, que, como
indigna de tal bien, comencé a pensar en cómo merecía mejor estar en el lugar
que yo había visto estar para mí en el infierno, que, como he dicho, nunca
olvido de la manera que allí me vi.
Comenzóse
con esta consideración a inflamar más mi alma, y vínome un arrebatamiento de
espíritu de suerte que yo no lo sé decir. Parecióme estar metido y lleno de
aquella majestad que he entendido otras veces. En esta majestad se me dio a
entender una verdad, que es cumplimiento de todas las verdades.
No
sé yo decir cómo, porque no vi nada.
Dijéronme,
sin ver quién, mas bien entendí ser la misma Verdad:
No
es poco esto que hago por ti, que una de las cosas es en que mucho me debes.
Porque
todo el daño que viene al mundo es no conocer las verdades de la Escritura con
clara verdad.
No
faltará una tilde de ella.
A
mí me pareció que siempre yo había creído esto, y que todos los fieles lo
creían.
Díjome:
¡Ay, hija, qué pocos me aman de verdad!
Que
si me amasen, no les encubriría Yo mis secretos.
¿Sabes
qué es amarme con verdad?
Entender
que todo es mentira lo que no es agradable a mí.
Con
claridad verás esto que ahora no entiendes, en lo que aprovecha a tu alma.
2.
Y así lo he visto, sea el Señor alabado, que después acá tanta vanidad y
mentira me parece lo que yo no veo va guiado al servicio de Dios, que no lo
sabría yo decir como lo entiendo, y la lástima que me hacen los que veo con la
oscuridad que están en esta verdad, y con esto otras ganancias que aquí diré y
muchas no sabré decir.
Díjome
aquí el Señor una particular palabra de grandísimo favor.
Yo
no sé cómo esto fue, porque no vi nada; mas quedé de una suerte que tampoco sé
decir, con grandísima fortaleza, y muy de veras para cumplir con todas mis
fuerzas la más pequeña parte de la Escritura divina.
Paréceme
que ninguna cosa se me pondría delante que no pasase por esto.
3.
Quedóme una verdad de esta divina Verdad que se me representó, sin saber cómo
ni qué, esculpida, que me hace tener un nuevo acatamiento a Dios, porque da
noticia de su majestad y poder, de una manera que no se puede decir.
Sé
entender que es una gran cosa.
Quedóme
muy gran gana de no hablar sino cosas muy verdaderas, que vayan adelante de lo
que acá se trata en el mundo, y así comencé a tener pena de vivir en él.
Dejóme
con gran ternura y regalo y humildad.
Paréceme
que, sin entender cómo, me dio el Señor aquí mucho.
No
me quedó ninguna sospecha de que era ilusión.
No
vi nada, mas entendí el gran bien que hay en no hacer caso de cosas que no sea
para llegarnos más a Dios, y así entendí qué cosa es andar un alma en verdad
delante de la misma Verdad.
Esto
que entendí, es darme el Señor a entender que es la misma Verdad.
4.
Todo lo que he dicho entendí hablándome algunas veces, y otras sin hablarme,
con más claridad algunas cosas que las que por palabra se me decían.
Entendí
grandísimas verdades sobre esta Verdad, más que si muchos letrados me lo
hubieran enseñado.
Paréceme
que en ninguna manera me pudiera imprimir así, ni tan claramente se me diera a
entender la vanidad de este mundo.
Esta
verdad que digo se me dio a entender, es en sí misma verdad, y es sin principio
ni fin, y todas las demás verdades dependen de esta verdad, como todos los
demás amores de este amor, y todas las demás grandezas de esta grandeza, aunque
esto va dicho oscuro para la claridad con que a mí el Señor quiso se me diese a
entender. ¡Y cómo se parece el poder de esta Majestad, pues en tan breve tiempo
deja tan gran ganancia y tales cosas imprimidas en el alma!
¡Oh
Grandeza y Majestad mía!
¿Qué
hacéis, Señor mío todopoderoso?
¡Mirad
a quién hacéis tan soberanas mercedes!
¿No
os acordáis que ha sido esta alma un abismo de mentiras y piélago de vanidades
y todo por mi culpa, que con haberme Vos dado natural de aborrecer el mentir,
yo misma me hice tratar en muchas cosas mentira?
¿Cómo
se sufre, Dios mío, cómo se compadece tan gran favor y merced, a quien tan mal
os lo ha merecido?
5.
Estando una vez en las Horas con todas, de presto se recogió mi
alma,
y parecióme ser como un espejo claro toda, sin haber espaldas ni lados ni alto
ni bajo que no estuviese toda clara, y en el centro de ella se me representó
Cristo nuestro Señor, como le suelo ver.
Parecíame
en todas las partes de mi alma le veía claro como en un espejo, y también este
espejo - yo no sé decir cómo - se esculpía todo en el mismo Señor por una
comunicación que yo no sabré decir, muy amorosa.
Sé
que me fue esta visión de gran provecho, cada vez que se me acuerda, en
especial cuando acabo de comulgar.
Dióseme
a entender que estar un alma en pecado mortal es cubrirse este espejo de gran
niebla y quedar muy negro, y así no se puede representar ni ver este Señor,
aunque esté siempre presente dándonos el ser.
Y
que los herejes es como si el espejo fuese quebrado, que es muy peor que
oscurecido.
Es
muy diferente elcómo se ve, a decirse, porque se puede mal dar a entender.
Mas
hame hecho mucho provecho y gran lástima de las veces que con mis culpas
oscurecí mi alma para no ver este Señor.
6.
Paréceme provechosa esta visión para personas de recogimiento, para enseñarse a
considerar al Señor en lo muy interior de su alma, que es consideración que más
se apega, y muy más fructuosa que fuera de sí -como otras veces he dicho- y en algunos
libros de oración está escrito, adónde se ha de buscar a Dios.
En
especial lo dice el glorioso San Agustín, que ni en las plazas, ni en los
contentos ni por ninguna parte que le buscaba, le hallaba como dentro de sí. Y
esto es muy claro ser mejor.
Y
no es menester ir al cielo, ni más lejos que a nosotros mismos, porque es cansar
el espíritu y distraer el alma y no con tanto fruto.
7.
Una cosa quiero avisar aquí, porque si alguno la tuviere; que acaece en gran
arrobamiento que, pasado aquel rato que el alma está en unión (que del todo
tiene absortas las potencias, y esto dura poco, como he dicho), quedarse el
alma recogida y aun en lo exterior no poder tornar en sí, mas quedan las dos
potencias, memoria y entendimiento, casi con frenesí, muy desatinadas.
Esto
digo que acaece alguna vez, en especial a los principios.
Pienso
si procede de que no puede sufrir nuestra flaqueza natural tanta fuerza de
espíritu, y enflaquece la imaginación.
Tendría
por bueno que se forzasen a dejar por entonces la oración y la cobrasen en otro
tiempo aquel que pierden, que no sea junto, porque podrá venir a mucho mal.
Y
de esto hay experiencia y de cuán acertado es mirar lo que puede nuestra salud.
8.
En todo es menester experiencia y maestro, porque, llegada el alma a estos
términos, muchas cosas se ofrecerán que es menester con quién tratarlo.
Y
si buscado no le hallare, el Señor no le faltará,pues no me ha faltado a mí,
siendo la que soy.
Porque
creo haypocos que hayan llegado a la experiencia de tantas cosas; y si no la hay,
es por demás dar remedio sin inquietar y afligir. Mas esto también tomará el
Señor en cuenta, y por esto es mejor tratarlo (como ya he dicho otras veces y
aun todo lo que ahora digo, sino que no se me acuerda bien y veo importa
mucho), en especial si son mujeres, con su confesor, y que sea tal; y hay
muchas más que hombres a quien el Señor hace estas mercedes, y esto oí al santo
Fray Pedro de Alcántara (y también lo he visto yo), que decía aprovechaban
mucho más en este camino que hombres, y daba de ello excelentes razones, que no
hay para qué las decir aquí, todas en favor de las mujeres.
SANTA TERESA DE JESÚS O DE ÁVILA
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