Segundo a edição de 1562
PRÓLOGO
CAPÍTULO 20/21
28.
Ve de los deleites tan gran ceguedad, y cómo con ellos compra trabajo, aun para
esta vida, y desasosiego. ¡Qué inquietud! ¡Qué poco contento! ¡Qué trabajar en
vano!
Aquí
no sólo las telarañas ve de su alma y las faltas grandes, sino un polvito que
haya, por pequeño que sea, porque el sol está muy claro; y así, por mucho que
trabaje un alma en perfeccionarse, si de veras la coge este Sol, toda se ve muy
turbia. Es como el agua que está en un vaso, que si no le da el sol está muy
claro; si da en él, vese que está todo lleno de motas. Al pie de la letra es
esta comparación. Antes de estar el alma en este éxtasis, parécele que trae
cuidado de no ofender a Dios y que conforme a sus fuerzas hace lo que puede;
mas llegada aquí, que le da este sol de justicia que la hace abrir los ojos, ve
tanta motas, que los querría tornar a cerrar; porque aún no es tan hija de esta
águila caudalosa, que pueda mirar este sol de en hito en hito; mas, por poco
que los tenga abiertos, vese toda turbia. Acuérdase del verso que dice; ¿Quién será
justo delante de Ti?.
29.
Cuando mira este divino sol, deslúmbrale la claridad. Como se mira a sí, el
barro la tapa los ojos: ciega está esta palomita. Así acaece muy muchas veces
quedarse así ciega del todo, absorta, espantada, desvanecida de tantas
grandezas como ve.
Aquí
se gana la verdadera humildad, para no se le dar nada de decir bienes de sí, ni
que lo digan otros. Reparte el Señor del huerto la fruta y no ella, y así no se
le pega nada a las manos. Todo el bien que tiene va guiado a Dios. Si algo dice
de sí, es para su gloria.
Sabe
que no tiene nada él allí y, aunque quiera, no puede ignorarlo, porque lo ve
por vista de ojos, que, mal que le pese, se los hace cerrar a las cosas del
mundo, y que los tenga abiertos para entender verdades.
CAPÍTULO 21
1.
Pues acabando en lo que iba, digo que no ha menester aquí consentimiento de
esta alma; ya se le tiene dado, y sabe que con voluntad se entregó en sus manos
y que no le puede engañar, porque es sabedor de todo. No es como acá, que está
toda la vida llena de engaños y dobleces: cuando pensáis tenéis una voluntad ganada,
según lo que os muestra, venís a entender que todo es mentira. No hay ya quien
viva en tanto tráfago, en especial si hay algún poco de interés.
¡Bienaventurada
alma que la trae el Señor a entender verdades! ¡Oh, qué estado éste para los
reyes! ¡Cómo les valdría mucho más procurarle, que no gran señorío! ¡Qué
rectitud habría en el reino!
¡Qué
de males se excusarían y habrían excusado! Aquí no se teme perder vida ni honra
por amor de Dios. ¡Qué gran bien éste para quien está más obligado a mirar la
honra del Señor, que todos los que son menos, pues han de ser los reyes a quien
sigan! Por un punto de aumento en la fe y de haber dado luz en algo a los herejes,
perdería mil reinos, y con razón. Otro ganar es. Un reino que no se acaba. Que
con sola una gota que gusta un alma de esta agua de él, parece asco todo lo de
acá. Pues cuando fuere estar engolfada en todo ¿qué será?
2.
¡Oh Señor! Si me dierais estado para decir a voces esto, no me creyeran, como
hacen a muchos que lo saben decir de otra suerte que yo; mas al menos
satisficiérame yo. Paréceme que tuviera en poco la vida por dar a entender una
sola verdad de éstas; no sé después lo que hiciera, que no hay que fiar de mí.
Con ser la que soy, me dan grandes ímpetus por decir esto a los que mandan, que
me deshacen. De que no puedo más, tórnome a Vos, Señor mío, a pediros remedio
para todo; y bien sabéis Vos que muy de buena gana me desposeería yo de las
mercedes que me habéis hecho, con quedar en estado que no os ofendiese, y se
las daría a los reyes; porque sé que sería imposible consentir cosas que ahora
se consienten, ni dejar de haber grandísimos bienes.
3.
¡Oh Dios mío! Dadles a entender a lo que están obligados, pues los quisisteis
Vos señalar en la tierra de manera, que aun he oído decir hay señales en el
cielo cuando lleváis a alguno. Que, cierto, cuando pienso esto, me hace devoción
que queráis Vos, Rey mío, que hasta en esto entiendan os han de imitar en vida,
pues en alguna manera hay señal en el cielo, como cuando moristeis Vos, en su
muerte.
4.
Mucho me atrevo. Rómpalo vuestra merced si mal le parece, y crea se lo diría
mejor en presencia, si pudiese o pensase me han de
creer,
porque los encomiendo a Dios mucho, y querría me aprovechase. Todo lo hace
aventurar la vida, que deseo muchas veces estar sin ella, y era por poco precio
aventurar a ganar mucho.
Porque
no hay ya quien viva, viendo por vista de ojos el gran engaño en que andamos y
la ceguedad que traemos.
5.
Llegada un alma aquí, no es sólo deseos los que tiene por Dios; Su Majestad la
da fuerzas para ponerlos por obra. No se le pone cosa delante, en que piense le
sirve, a que no se abalance; y no hace nada, porque -como digo- ve claro que no
es todo nada, sino contentar a Dios. El trabajo es que no hay qué se ofrezca a
las que son de tan poco provecho como yo. Sed Vos, Bien mío, servido venga
algún tiempo en que yo pueda pagar algún cornado de lo mucho que os debo.
Ordenad Vos, Señor, como fuereis servido,
cómo
esta vuestra sierva os sirva en algo. Mujeres eran otras y han
hecho
cosas heroicas por amor de Vos. Yo no soy para más de parlar, y así no queréis
Vos, Dios mío, ponerme en obras. Todo se va en palabras y deseos cuanto he de
servir, y aun para esto no tengo libertad, porque por ventura faltara en todo.
Fortaleced Vos mi alma y disponedla primero, Bien de todos los bienes y Jesús mío,
y ordenad luego modos cómo haga algo por Vos, que no hay ya quien sufra recibir
tanto y no pagar nada. Cueste lo que costare, Señor, no queráis que vaya
delante de Vos tan vacías las manos, pues conforme a las obras se ha de dar el
premio. Aquí está mi vida, aquí está mi honra y mi voluntad; todo os lo he
dado, vuestra soy, disponed de mí conforme a la vuestra. Bien veo yo, mi Señor,
lo poco que puedo; mas llegada a Vos, subida en esta atalaya adonde se ven
verdades, no os apartando demí, todo lo podré; que si os apartáis, por poco que
sea, iré adonde estaba, que era al infierno.
6.
¡Oh, qué es un alma que se ve aquí, haber de tornar a tratar con todos, a mirar
y ver esta farsa de esta vida tan mal concertada, a gastar el tiempo en cumplir
con el cuerpo, durmiendo y comiendo!
Todo
la cansa, no sabe cómo huir, vese encadenada y presa.
Entonces
siente más verdaderamente el cautiverio que traemos con los cuerpos, y la
miseria de la vida. Conoce la razón que tenía San Pablo de suplicar a Dios le
librase de ella. Da voces con él. Pide a Dios libertad, como otras veces he
dicho; mas aquí es con tan gran ímpetu muchas veces, que parece se quiere salir
el alma del cuerpo a buscar esta libertad, ya que no la sacan. Anda como
vendida en tierra ajena, y lo que más la fatiga es no hallar muchos que se quejen
con ella y pidan esto, sino lo más ordinario es desear vivir.
¡Oh,
si no estuviésemos asidos a nada ni tuviésemos puesto nuestro contento en cosa
de la tierra, cómo la pena que nos daría vivir siempre sin él templaría el
miedo de la muerte con el deseo de gozar de la vida verdadera!
SANTA TERESA DE JESÚS O DE ÁVILA