Segundo a edição de 1562
PRÓLOGO
CAPÍTULO 20
17.
Parece que he salido de propósito, porque comencé a decir de arrobamientos y
esto que he dicho aun es más que arrobamiento, y así deja los efectos que he
dicho.
18.
Ahora tornemos a arrobamiento, de lo que en ellos es más ordinario.
Digo
que muchas veces me parecía me dejaba el cuerpo tan ligero, que toda la
pesadumbre de él me quitaba, y algunas era tanto, que casi no entendía poner
los pies en el suelo. Pues cuando está en el arrobamiento, el cuerpo queda como
muerto, sin poder nada de sí muchas veces, y como le toma se queda: si en pie,
si sentado, si las manos abiertas, si cerradas. Porque aunque pocas veces se
pierde el sentido, algunas me ha acaecido a mí perderle del todo, pocas y poco
rato. Mas lo ordinario es que se turba y aunque no puede hacer nada de sí
cuanto a lo exterior, no deja de entender y oír como cosa de lejos.
No
digo que entiende y oye cuando está en lo subido de él (digo subido, en los
tiempos que se pierden las potencias, porque están muy unidas con Dios), que
entonces no ve ni oye ni siente, a mi parecer; mas, como dije en la oración de
unión pasada, este transformamiento del alma del todo en Dios dura poco; mas
eso que dura, ninguna potencia se siente, ni sabe lo que pasa allí.
No
debe ser para que se entienda mientras vivimos en la tierra, al menos no lo
quiere Dios, que no debemos ser capaces para ello.
Yo
esto he visto por mí.
19.
Diráme vuestra merced que cómo dura alguna vez tantas horas el arrobamiento, y
muchas veces. Lo que pasa por mí es que – como dije en la oración pasada-
gózase con intervalos. Muchas veces se engolfa el alma o la engolfa el Señor en
sí, por mejor decir, y teniéndola así un poco, quédase con sola la voluntad.
Paréceme es este bullicio de estotras dos potencias como el que tiene una lengüecilla
de estos relojes de sol, que nunca para; mas cuando el sol de justicia quiere,
hácelas detener.
Esto
digo que es poco rato. Mas como fue grande el ímpetu, y levantamiento de
espíritu, y aunque éstas tornen a bullirse, queda engolfada la voluntad, hace,
como señora del todo, aquella operación en el cuerpo; porque, ya que las otras
dos potencias bullidoras la quieren estorbar, de los enemigos los menos: no la estorben
también los sentidos; y así hace que estén suspendidos, porque lo quiere así el
Señor. Y por la mayor parte están cerrados los ojos, aunque no queramos
cerrarlos; y si abiertos alguna vez, como ya dije, no atina ni advierte lo que
ve.
20.
Aquí es mucho menos lo que puede hacer de sí, para que cuando se tornaren las
potencias a juntar no haya tanto que hacer.
Por
eso, a quien el Señor diere esto, no se desconsuele cuando se vea así atado el
cuerpo muchas horas, y a veces el entendimiento y memoria divertidos. Verdad es
que lo ordinario es estar embebidas en
alabanzas de Dios o en querer comprender y entender lo que ha pasado por ellas;
y aun para esto no están bien despiertas, sino como una persona que ha mucho
dormido y soñado, y aún no acaba de despertar.
21.
Declárome tanto en esto, porque sé que hay ahora, aun en este lugar, personas a
quien el Señor hace estas mercedes, y si los que las gobiernan no han pasado
por esto, por ventura les parecerá que han de estar como muertas en
arrobamiento, en especial si no son letrados, y lastima lo que se padece con
los confesores que no lo entienden, como yo diré después. Quizá yo no sé lo que
digo.
Vuestra
merced lo entenderá, si atino en algo, pues el Señor le ha ya dado experiencia
de ello, aunque como no es de mucho tiempo, quizá no habrá mirádolo tanto como
yo.
Así
que, aunque mucho lo procuro, por buenos ratos no hay fuerza en el cuerpo para
poderse menear; todas las llevó el alma consigo.
Muchas
veces queda sano -que estaba bien enfermo y lleno de grandes dolores- y con más
habilidad, porque es cosa grande lo que allí se da, y quiere el Señor algunas
veces -como digo- lo goce el cuerpo, pues ya obedece a lo que quiere el alma.
Después que torna en sí, si ha sido grande el arrobamiento, acaece andar un día
o dos y aun tres tan absortas las potencias, o como embobecida, que no parece
anda en sí.
22.
Aquí es la pena de haber de tornar a vivir. Aquí le nacieron las alas para bien
volar. Ya se le ha caído el pelo malo. Aquí se levanta ya del todo la bandera
por Cristo, que no parece otra cosa sino que este alcaide de esta fortaleza se
sube o le suben a la torre más alta a levantar la bandera por Dios. Mira a los
de abajo como quien está en salvo. Ya no teme los peligros, antes los desea,
como quien por cierta manera se le da allí seguridad de la victoria. Vese aquí
muy claro en lo poco que todo lo de acá se ha de estimar y lo nonada que es.
Quien está de lo alto, alcanza muchas cosas. Ya no quiere querer, ni tener
libre albedrío no querría, y así lo suplica al Señor.
Dale
las llaves de su voluntad.
Hele
aquí el hortelano hecho alcaide. No quiere hacer cosa, sino la voluntad del
Señor, ni serlo él de sí ni de nada ni de un pero de esta huerta, sino que, si
algo bueno hay en ella, lo reparta Su Majestad; que de aquí adelante no quiere
cosa propia, sino que haga de todo conforme a su gloria y a su voluntad.
23.
Y en hecho de verdad pasa así todo esto, si los arrobamientos son verdaderos,
que queda el alma con los efectos y aprovechamiento que queda dicho. Y si no
son estos, dudaría yo mucho serlos de parte de Dios, antes temería no sean los rabiamientos
que dice San Vicente. Esto entiendo yo y he visto por experiencia: quedar aquí
el alma señora de todo y con libertad en una hora y menos, que ella no se puede
conocer. Bien ve que no es suyo, ni sabe cómo se le dio tanto bien, mas
entiende claro el grandísimo provecho que cada rapto de estos trae.
No
hay quien lo crea si no ha pasado por ello; y así no creen a lapobre alma, como
la han visto ruin y tan presto la ven pretender cosas tan animosas; porque
luego da en no se contentar con servir en poco al Señor, sino en lo más que
ella puede. Piensan es tentación y disparate. Si entendiesen no nace de ella
sino del Señor a quien ya ha dado las llaves de su voluntad, no se espantarían.
24.
Tengo para mí que un alma que allega a este estado, que ya ella no habla ni
hace cosa por sí, sino que de todo lo que ha de hacer tiene cuidado este
soberano Rey. ¡Oh, válgame Dios, qué claro se ve aquí la declaración del verso,
y cómo se entiende tenía razón y la tendrán todos de pedir alas de paloma!
Entiéndese claro es vuelo el que da el espíritu para levantarse de todo lo
criado, y de sí mismo el primero; mas es vuelo suave, es vuelo deleitoso, vuelo
sin ruido.
25.
¡Qué señorío tiene un alma que el Señor llega aquí, que lo mire todo sin estar
enredada en ello! ¡Qué corrida está del tiempo que lo estuvo! ¡Qué espantada de
su ceguedad! ¡Qué lastimada de los que están en ella, en especial si es gente
de oración y a quien Dios ya re gala! Querría dar voces para dar a entender qué
engañados están, y aun así lo hace algunas veces, y lluévenle en la cabeza mil persecuciones.
Tiénenla por poco humilde y que quiere enseñar a de quien había de aprender, en
especial si es mujer. Aquí es el condenar -y con razón-, porque no saben el
ímpetu que la mueve, que a veces no se puede valer, ni puede sufrir no
desengañar a los que quiere bien y desea ver sueltos de esta cárcel de esta
vida, que no es menos ni le parece menos en la que ella ha estado.
26.
Fatígase del tiempo en que miró puntos de honra y en el engaño que traía de
creer que era honra lo que el mundo llama honra; ve que es grandísima mentira y
que todos andamos en ella; entiende que la verdadera honra no es mentirosa,
sino verdadera, teniendo en algo lo que es algo, y lo que no es nada tenerlo en
nonada, pues todo es nada y menos que nada lo que se acaba y no contenta a
Dios.
27.
Ríese de sí, del tiempo que tenía en algo los dineros y codicia de ellos,
aunque en ésta nunca creo -y es así verdad- confesé culpa; harta culpa era
tenerlos en algo. Si con ellos se pudiera comprar el bien que ahora veo en mí,
tuviéralos en mucho; mas ve que este bien se gana con dejarlo todo. ¿Qué es
esto que se compra con estos dineros que deseamos? ¿Es cosa de precio? ¿Es cosa
durable? ¿O para qué los queremos? Negro descanso se procura, que tan caro
cuesta. Muchas veces se procura con ellos el infierno y se compra fuego
perdurable y pena sin fin. ¡Oh, si todos diesen en tenerlos por tierra sin
provecho, qué concertado andaría el mundo, qué sin tráfagos! ¡Con qué amistad
se tratarían todos si faltase interés de honra y de dineros! Tengo para mí se
remediaría todo.
SANTA TERESA DE JESÚS O DE ÁVILA