Segundo a edição de 1562
PRÓLOGO
CAPÍTULO 19
13.
Queda de aquí entendido - y nótese mucho, por amor del Señor que aunque un alma
llegue a hacerla Dios tan grandes mercedes en la oración, que no se fíe de sí,
pues puede caer, ni se ponga en ocasiones en ninguna manera. Mírese mucho, que
va mucho; que el engaño que aquí puede hacer el demonio después, aunque la merced
sea cierto de Dios, es aprovecharse el traidor de la misma merced en lo que
puede, y a personas no crecidas en las virtudes, ni mortificadas, ni desasidas;
porque aquí no quedan fortalecidas tanto que baste, como adelante diré, para
ponerse en las ocasiones y peligros, por grandes deseos y determinaciones que
tengan... Es excelente doctrina ésta, y no mía, sino enseñada de Dios; y así querría
que personas ignorantes, como yo, la supiesen. Porque aunque esté un alma en
este estado, no ha de fiar de sí para salir a combatir, porque hará harto en
defenderse. Aquí son menester armas para defenderse de los demonios, y aún no
tienen fuerzas para pelear contra ellos y traerlos debajo de los pies, como
hacen los que están en el estado que diré después.
14.
Este es el engaño con que coge el demonio: que, como se ve un alma tan llegada
a Dios y ve la diferencia que hay del bien del cielo al de la tierra y el amor que la muestra el
Señor, de este amor nace confianza y seguridad de no caer de lo que goza;
parécele que ve claro el premio, que no es posible ya en cosa que aun para la
vida es tan deleitosa y suave, dejarla por cosa tan baja y sucia como es el
deleite; y con esta confianza quítale el demonio la poca que ha de tener de sí;
y, como digo, pónese en los peligros y comienza con buen celo a dar de la fruta
sin tasa, creyendo que ya no hay que temer de sí. Y esto no va con soberbia,
que bien entiende el alma que no puede de sí nada, sino de mucha confianza de
Dios sin discreción, porque no mira que aún tiene pelo malo.
Puede
salir del nido, y sácala Dios; mas aún no están para volar; porque las virtudes
aún no están fuertes, ni tiene experiencia para conocer los peligros, ni sabe
el daño que hace en confiar de sí.
15.
Esto fue lo que a mí me destruyó. Y para esto y para todo hay gran necesidad de
maestros y trato con personas espirituales. Bien creo que alma que llega Dios a
este estado, si muy del todo no deja a Su Majestad, que no la dejará de
favorecer ni la dejará perder.
Mas
cuando, como he dicho, cayere, mire, mire por amor del Señor no la engañe en
que deje la oración, como hacía a mí con humildad falsa, como ya lo he dicho y
muchas veces lo querría decir.
Fíe
de la bondad de Dios, que es mayor que todos los males que podemos hacer, y no
se acuerda de nuestra ingratitud, cuando nosotros, conociéndonos, queremos
tornar a su amistad, ni de las mercedes que nos ha hecho para castigarnos por
ellas; antes ayudan a perdonarnos más presto, como a gente que ya era de su casa
y ha comido, como dicen, de su pan.
Acuérdense
de sus palabras y miren lo que ha hecho conmigo, que primero me cansé de
ofenderle, que Su Majestad dejó de perdonarme. Nunca se cansa de dar ni se
pueden agotar sus misericordias; no nos cansemos nosotros de recibir.
Sea
bendito para siempre, amén, y alábenle todas las cosas.
CAPÍTULO 20
1.
Querría saber declarar con el favor de Dios la diferencia que hay de unión a
arrobamiento o elevamiento o vuelo que llaman de espíritu o arrebatamiento, que
todo es uno. Digo que estos diferentes nombres todo es una cosa, y también se
llama éxtasis.
Es
grande la ventaja que hace a la unión. Los efectos muy mayores
hace
y otras hartas operaciones, porque la unión parece principio y medio y fin, y
lo es en lo interior; mas así como estotros fines son en
más
alto grado, hace los efectos interior y exteriormente. Declárelo el Señor, como
ha hecho lo demás, que, cierto, si Su Majestad no me hubiera dado a entender
por qué modos y maneras se puede algo decir, yo no supiera.
2.
Consideremos ahora que esta agua postrera, que hemos dicho, es tan copiosa que,
si no es por no lo consentir la tierra, podemos creer que se está con nosotros
esta nube de la gran Majestad acá en esta tierra. Mas cuando este gran bien le
agradecemos, acudiendo con obras según nuestras fuerzas, coge el Señor el alma,
digamos ahora, a manera que las nubes cogen los vapores de la tierra, y
levántala toda de ella (helo oído así esto de que cogen las nubes los vapores,
o el sol), y sube la nube al cielo y llévala consigo, y comiénzala a mostrar
cosas del reino que le tiene aparejado. No sé si la comparación cuadra, mas en
hecho de verdad ello pasa así.
3.
En estos arrobamientos parece no anima el alma en el cuerpo, y así se siente
muy sentido faltar de él el calor natural; base enfriando, aunque con
grandísima suavidad y deleite. Aquí no hay ningún remedio de resistir, que en
la unión, como estamos en nuestra tierra, remedio hay: aunque con pena y
fuerza, resistir se puede casi siempre. Acá, las más veces, ningún remedio hay,
sino que muchas, sin prevenir el pensamiento ni ayuda ninguna, viene un ímpetu
tan acelerado y fuerte, que veis y sentís levantarse esta nube o esta águila
caudalosa y cogeros con sus alas.
4.
Y digo que se entiende y veisos llevar, y no sabéis dónde.
Porque,
aunque es con deleite, la flaqueza de nuestro natural hace temer a los
principios, y es menester ánima determinada y animosa mucho más que para lo que
queda dicho- para arriscarlo todo, venga lo que viniere, y dejarse en las manos
de Dios e ir adonde nos llevaren, de grado, pues os llevan aunque os pese. Y en
tanto extremo, que muy muchas veces querría yo resistir, y pongo todas mis fuerzas,
en especial algunas que es en público y otras hartas en secreto, temiendo ser
engañada. Algunas podía algo, con gran quebrantamiento: como quien pelea con un
jayán fuerte, quedaba después cansada; otras era imposible, sino que me llevaba
el alma y aun casi ordinario la cabeza tras ella, sin poderla tener, y algunas toda
el cuerpo, hasta levantarle.
5.
Esto ha sido pocas, porque como una vez fuese adonde estábamos juntas en el
coro y yendo a comulgar, estando de rodillas, dábame grandísima pena, porque me
parecía cosa muy extraordinaria y que había de haber luego mucha nota; y así
mandé a las monjas (porque es ahora después que tengo oficio de Priora), no lo
dijesen. Mas otras veces, como comenzaba a ver que iba a hacer el Señor lo
mismo (y una estando personas principales de señoras, que era la fiesta de la
vocación, en un sermón), tendíame en el suelo y allegábanse a tenerme el
cuerpo, y todavía se echaba de ver. Supliqué mucho al Señor que no quisiese ya
darme más mercedes que tuviesen muestras exteriores; porque yo estaba cansada
ya de andar en tanta cuenta y que aquella merced podía Su Majestad hacérmela
sin que se entendiese. Parece ha sido por su bondad servido de oírme, que nunca
más hasta ahora lo he tenido; verdad es que ha poco.
6.
Es así que me parecía, cuando quería resistir, que desde debajo de los pies me
levantaban fuerzas tan grandes que no sé cómo lo comparar, que era con mucho
más ímpetu que estotras cosas de espíritu, y así quedaba hecha pedazos; porque
es una pelea grande y, en fin, aprovecha poco cuando el Señor quiere, que no
hay poder contra su poder. Otras veces es servido de contentarse con que veamos
nos quiere hacer la merced y que no queda por Su Majestad, y resistiéndose por
humildad, deja los mismos efectos que si del todo se consintiese.
7.
A los que esto hace son grandes: lo uno, muéstrase el gran poder del Señor y
cómo no somos parte, cuando Su Majestad quiere, de detener tan poco el cuerpo
como el alma, ni somos señores de ello; si que, mal que nos pese, vemos que hay
superior y que estas mercedes son dadas de El y que nosotros no podemos en nada
nada, e imprímese mucha humildad. Y aun yo confieso que gran temor me hizo; al
principio, grandísimo; porque verse así levantar un cuerpo de la tierra, que
aunque el espíritu le lleva tras sí y es con suavidad grande si no se resiste,
no se pierde el sentido; al menos yo estaba de manera en mí, que podía entender
era llevada. Muéstrase una majestad de quien puede hacer aquello, que espeluza
los cabellos, y queda un gran temor de ofender a tan gran Dios; éste, envuelto
en grandísimo amor que se cobra de nuevo a quien vemos le tiene tan grande a un
gusano tan podrido, que no parece se contenta con llevar tan de veras el alma a
Sí, sino que quiere el cuerpo, aun siendo tan mortal y de tierra tan sucia como
por tantas ofensas se ha hecho.
SANTA TERESA DE JESÚS O DE ÁVILA