Con los últimos cambios en la
alimentación de la Cuaresma a la Pascua (de no comer carne a volver a tomarla,
de cenar patatas a cenar normal...), de vez en cuando sentimos una digestión
pesada, y nos ayuda mucho tomar una infusión de menta-poleo o manzanilla, y
parece increíble, pero, al beberlo, se nota en seguida su efecto.
Ayer, mientras estaba
preparando una infusión, no dejaba de asombrarme, y es que me parecía
impresionante cómo, al verter agua caliente en un vaso con un saquito de hojas
sequísimas, el agua extrae todos los beneficios de esa planta y se trasforma en
medicina natural. ¡Qué poder tiene el agua caliente!
También el Señor infunde sobre
nosotros la Gracia, su Don, que es como este agua caliente; quiere llenarnos y
tocar nuestro corazón para transformarlo, para resucitarlo como a esas hojas
secas, y hacernos medicina para los demás.
Para Cristo no hay nada en
nosotros que Él no pueda resucitar. Quizá no sea como nosotros nos imaginamos,
pues esa planta no volverá a ser una planta, sino que ahora es medicina para
curar. Él nos cambia, nos trasforma, como podemos escuchar en su Palabra: en el
encuentro con Zaqueo, con la adúltera, con Mateo, María Magdalena... Para ellos
y para nosotros, encontrarnos con Él ha supuesto una transformación de nuestra
vida por la que merece la pena entregarlo todo.
Hoy el reto del Amor es dar al
menos tres abrazos. Hoy deja que el calor de Cristo que ha trasformado tu
corazón alcance a las personas que quieres con tu abrazo. No hay nada que
llegue más que el amor. Hoy, por Gracia, puedes ser medicina para los demás.
VIVE DE CRISTO
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