Es curioso darse cuenta de
ciertos movimientos o gestos que hacemos porque alguna circunstancia o
coyuntura diaria nos “obliga”, y luego se nos queda como parte integrante de la
vida diaria; me explico:
Acabamos de entrar para todos
los rezos a la capilla de invierno, y el espacio es mucho más reducido.
Cuando por la mañana llegamos
al coro a rezar el Oficio de Lecturas y Laudes, o Vísperas por la tarde, tenemos
que colocar muy bien los libros en los lados de nuestro asiento de la sillería,
para que quede espacio para sentarse. Y es que necesitamos el breviario y los
libros con la música: uno para el himno, otro para los salmos... y eso contando
que no haya antífonas especiales en otro...
El caso es que todos juntos
cabemos a duras penas, porque los asientos de la sillería de la capilla no son
muy anchos. Esto hace que durante el rezo, tengamos un vaivén a derecha o
izquierda, girándonos en nuestro asiento para coger el libro que necesitamos en
ese momento.
Este movimiento tiene una serie
de ventajas: ayuda a mantener la “tensión” en la actitud orante; te mantiene
despierta y atenta, ya que el sueño suele rondar según épocas y naturalezas;
también provoca la tensión del corazón para escuchar la Palabra y la
comprensión del ritmo litúrgico y sus partes, y, por supuesto, hay que preparar
con cariño y responsabilidad los libros, que hace tomar conciencia de lo que
vamos a hacer: alabar al Señor en cada parte el día y comenzar ya a gustarlo.
Es hermoso comprobar que, la
necesidad de ajustarse a un lugar más estrecho, se convierte en pedagogía
divina para espabilar el oído, tomar conciencia de la Presencia de Dios y
reavivar el fuego del Amor.
Me impresiona cómo el Señor, en
todo y toda circunstancia, por simple que sea, nos enseña que siempre está
tendiéndonos la mano para acercarse a nosotros y poder disfrutar en profundidad
su Amor y su presencia.
El reto de hoy es que mires lo
que tienes a dercha e izquierda y lo aproveches para reconocer que Dios cuida
de ti, que, como un Padre, se sirve de todo para conducirte y acompañarte.
Acepta el vaivén de la vida y no temas los cambios o estrecheces que puedan
suponer, porque es Cristo quien te marca el ritmo.
VIVE DE CRISTO
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