Por las mañanas, después del
Oficio de Lectura y Laudes, tenemos la oración personal, un momento especial
antes de la Eucaristía para dar gracias al Señor y presentarle el nuevo día,
para vivirlo de Su mano, para ponerle a Él en el centro.
Pero, sí, somos humanas, y hay
días que en ese momento se desarrolla una auténtica batalla contra el sueño.
Hoy estaba a punto de dejarme
vencer y cerrar un poco los ojos, cuando he leído en el Evangelio lo siguiente:
"Pedro y sus compañeros
estaban rendidos de sueño, pero, cuando se despertaron, vieron su gloria y a
los dos personajes que estaban con él".
¡Tal cual! Así me sentía, pero
me ha llamado la atención que, cuando se despertaron, vivieron algo que
cambiaría sus vidas. Me he dado cuenta de que, para despertar al cuerpo, para
despertar la ilusión, primero hay que despertar al corazón.
Puede que hoy te hayas
despertado cansado y hayas ignorado el despertador, que ya a finales de semana
las fuerzas ni siquiera te acompañen... ¡cuántas cosas por delante y qué bien
se está en la cama o un rato más en casa!
Para. Despierta a tu corazón,
no a la razón. El corazón sabe que descansa de verdad cuando pone a Cristo en
el centro, cuando vive de Él, cuando vive desde la confianza.
Hoy el reto del amor es que
vayas a la Eucaristía o a una iglesia a primera hora. Pon a Cristo en el centro
de tu día, Él quiere vivir contigo. Vivirás lo mismo, pero de una manera
diferente.
VIVE DE CRISTO
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