Llevaba ochenta mil cosas en
las manos... cuando, de pronto, me di cuenta de que me había olvidado el
estuche.
Retrocedí un par de pasos y, en
un imposible ejercicio de equilibrismo, extendí la mano y... ¡¡puuuum!!
No hubo remedio. Todo acabó por
los suelos.
Me agaché a recoger y aproveché
para mejorar la colocación. ¡Ahora iba mucho más cómoda! Al levantar el último
cuaderno, me encontré en el suelo un colgante con forma de ángel.
"¿A quién se le habrá
caído?"
Lo cogí y, en ese momento, vino
a mi cabeza una frase que tantas veces he oído a Lety: "Toda la decoración
que hay en el convento quiere hablarte del Señor".
"¿Y qué quiere decirme
este angelito?", me pregunté.
Justo entonces me di cuenta de
que, con tanto ir y venir, estaba a dos pasos del Oratorio... ¡y no había
entrado a saludar al Señor! Entré a hacerle una visita... ¡y a darle gracias
por tan especial mensajero!
Y es que a todos nos encantaría
mantenernos en la presencia del Señor todo el día, estar cada minuto
conscientes de su Amor, vivir sintiendo su Presencia a nuestro lado... pero
somos humanos, y las cosas del día a día requieren nuestra atención, hasta,
muchas veces, absorbernos por completo.
El Señor cuenta con nuestra
debilidad, y también su corazón vibra ante nuestro deseo de estar con Él. Así
pues... ¿por qué no poner unos ángeles que nos hagan volver a su presencia a lo
largo del día?
Hoy el reto del amor es llevar
un ángel contigo. ¡Pero no hace falta que busques algo con plumas, alas o
aureola! Basta con que te metas una medalla en el monedero, pongas un
salvapantallas distinto en el móvil o te cambies de mano el reloj... cualquier
cosa que llame tu atención para que te vuelvas al Señor, le saludes, ¡y a
seguir caminando! ¡Feliz día en buena Compañía!
VIVE DE CRISTO
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