Ayer estuve haciendo jabones.
La primera tanda salió con agujeros, burbujas... Pero no pasa nada porque, al
ser glicerina, se puede volver a derretir y se vuelve a poner en los moldes.
Así que eso hice: metí el jabón y repetí el proceso otra vez.
Vi mi vida en esos jabones. No
somos perfectos, tenemos defectos como todos, tenemos agujeros y burbujas. Y la
solución no es tapar esos agujeros, o explotar esas burbujas... Cristo no lo
hace así. Cristo, cuando entra en tu vida, no apaña las cosas, sino que la
transforma, la hace nueva. Él es capaz de hacer de nosotros una criatura nueva.
Hoy puedes sentir que tienes
agujeros que no aceptas, o burbujas que te quitan la paz. No pienses que no hay
solución. ¡Sí la hay! Cristo tiene la solución, Él te hace nuevo. Él convierte
nuestro corazón de piedra en corazón de carne.
Y no importa las veces que
pase. Con el jabón se puede hacer todas las veces que haga falta hasta que
salga bien. Cristo, con su paciencia infinita, te levantará siempre que te
sientas así, siempre con una sonrisa te dirá: "¡Ánimo, que hay esperanza,
yo estoy contigo!"
¿Y qué hay que hacer para que
Cristo te haga nuevo? Pues ponerte delante de Él y dejarte hacer. Como los
jabones: se dejan transformar una y otra vez.
Hoy el reto es que te dejes
hacer. Ve a una Iglesia y dile: "Me pongo en tus manos Señor, mi vida es
tuya".
Deja que Cristo te transforme.
¿Te atreves?
VIVE DE CRISTO
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