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20/02/2019

Temas para reflectir e meditar


QUE NO TE ENGAÑEN! HOMBRE O MUJER
CAPÍTULO II
EL DERECHO DEL NONATO A VIVIR
La Declaración de Derechos Humanos de la ONU de 1948 dice en su art. 3º: “todo individuo tiene derecho a la vida”, derecho que se tiene por el mero hecho de existir, mientras que “la Declaración de Derechos del Niño”, aprobada por la ONU el 20 de Noviembre de 1959, dice en su Preámbulo, que el niño “tiene necesidad de una particular protección y de cuidados especiales incluida una adecuada protección jurídica, sea antes que después del nacimiento”. Y es que si no estoy vivo no necesito para nada los demás derechos.
Cuando una mujer está embarazada,  nunca está sólo un poquito embarazada. O lo está, o no lo está. Además si se presenta ante el médico, no pregunta: “Doctor, ¿cómo va mi conjunto de células?”, sino “Doctor, ¿cómo va mi bebé o mi hijo?”. Desde el momento que se entera de su embarazo sabe que es madre y desde luego nunca le dirá posteriormente a su hijo: “Cuando estaba embarazada de un organismo del cual después viniste tú”, y como hay una diferencia esencial entre un ser humano y otro que no lo es, mientras no es un ser humano, no es él, entrando en el terreno de lo absurdo que el mismo ser vivo primero sea no humano y luego sea humano. A su vez ella ya es madre, por supuesto de un ser humano, y desde luego prefiere serlo de un hijo vivo a de un hijo muerto, por lo que debe ser informada de las ayudas que se le pueden proporcionar para que su hijo pueda vivir y no tan solo de cómo puede deshacerse de él. Para abortar con libertad la mujer debe estar bien informada de lo que va a hacer, de las alternativas y ayudas que puede encontrar y de las consecuencias de su acción a corto, medio y largo plazo, es decir informarle también del síndrome postaborto. Sin embargo, en la práctica, la sociedad de hoy le niega esta información de lo que es un aborto y sus consecuencias;
La vida humana debe absolutamente respetarse, por lo que hemos de defender el derecho del nonato desde el momento de su concepción a vivir. El aborto no atañe sólo a la madre, ni es su decisión privada, ya que hay un ser humano que no es ella, al que su decisión afecta y de qué modo. Es indiscutible que el más afectado por el aborto es el propio nonato, que es alguien distinto del padre y de la madre, y que todos hemos sido un día embriones, afortunadamente respetados. Una postura abierta y de avance no es el defender la libertad de abortar, sino la libertad del nonato a vivir. El aborto es una injusticia que quebranta el derecho a la vida de un tercero, un ser humano con mi misma dignidad, a menos que defendamos la aberración de que hay seres humanos de primera y de segunda categoría, siendo este derecho a la vida el que fundamenta todos los demás y debe ser respetado desde la concepción hasta la muerte natural, hasta el punto de que “no puede haber verdadera democracia si no se reconoce la dignidad de cada persona y no se respetan sus derechos” [i]. Que el derecho a la vida pueda entrar en conflicto con otros derechos tan dignos de respeto como él, parece imposible, a menos que se trate del equivalente respeto a la vida ajena. La frontera entre la civilización de la vida y la cultura de la muerte está en el “no matarás”.
De ahí que la Iglesia proclame el derecho inviolable a la vida de todo ser humano inocente. “La sociedad debe proteger a todo embrión, porque el derecho inalienable a la vida de todo individuo humano desde su concepción es un elemento constitutivo de la sociedad civil y de su legislación” [ii]. Se trata de defender los valores fundamentales. Ante la mentalidad a favor del aborto, “ahora, cuando otra categoría de personas está oprimida en su derecho fundamental a la vida, la Iglesia siente el deber de dar voz a quien no tiene voz”[iii].
Quien está a favor de los derechos humanos, no puede sino pensar que la postura abortista es claramente retrógrada, porque no respeta el derecho a la vida. Es muy grave que el Estado rehúse a algunos seres humanos su derecho a vivir, pues con ello suprime la distinción, en la que se basa su propia legitimidad, entre derechos humanos y ley positiva, pues no es el Estado el que me concede los derechos, porque si fuera así quedan puestos los cimientos para el Estado totalitario. Los derechos humanos son previos, independientes y superiores a las decisiones del Estado o de las mayorías.
En pocas palabras o logramos convencernos de que el embrión o el feto no es un ser humano (entonces ¿qué es?), o tenemos que admitir que la vida humana es sagrada y nadie tiene derecho a destruirla. El derecho a la vida depende de ser un ser humano, no del ser grato o normal. No se puede estar a la vez a favor del aborto y de los más débiles y necesitados, pues son cosas contradictorias, aunque con el relativismo todo absurdo es posible.
Por supuesto que los políticos también ellos están obligados a seguir su conciencia y respetar la Ley de Dios y los derechos humanos fundamentales, ya que “hay que obedecer a Dios antes que a los hombres” [iv].

LAS VÍCTIMAS DEL ABORTO
Si el aborto es un crimen, es evidente que afecta a todos los implicados en él, y no precisamente para bien.
Ya hemos dicho que el más afectado por el aborto es el propio nonato, su víctima principal, porque es sencillamente asesinado. El instinto de vivir es uno de los más fuertes del ser humano, y lo poseen también los niños en el seno materno, a los que se ve en las filmaciones de abortos intentando huir de los instrumentos letales.
La otra gran víctima del aborto son las madres, las mujeres que han abortado. Debo decir que desconozco, o al menos nunca me he encontrado con él, el caso de la mujer que ha quedado traumatizada y con serias consecuencias psíquicas como consecuencia de no haber abortado, mientras que por el contrario he tenido que enfrentarme muchas veces al drama y a la tragedia de tantas madres, que han quedado traumatizadas y han visto deshecha su vida como consecuencia del aborto, que es un acto contra el instinto natural de ser madre. La realidad es que el aborto no cura ninguna enfermedad física ni psíquica, sino por el contrario, las agrava. Desde luego mi experiencia personal y lo que oigo y leo en los profesionales de la salud que hablan de estos temas es que el aborto es una solución desastrosa, con gravísimos traumas psíquicos y morales. Y es que todo cambio en nuestro cuerpo tiene repercusión en el aparato psíquico. A las cuatro o cinco horas de la fecundación el nuevo ser empieza a emitir señales, provocando la interrupción del embarazo consecuencias inconscientes y conscientes. Es en ese lugar centro de la vida y centro geográfico de la mujer donde tiene lugar la emboscada letal. La mujer hecha para llevar la vida se convierte en portadora de la muerte, siendo el lugar más peligroso para un niño el seno de su madre. Cuando la mujer aborta lo recuerda en dos aniversarios: el día del aborto y el día en que hubiera debido nacer. La violación, el incesto y el aborto dejan huella para siempre.
Nuestros actos son a menudo irreversibles y sus consecuencias están con frecuencia fuera de nuestro alcance. Antes de hacerlo las mujeres deben ser informadas de las secuelas y repercusiones del aborto, porque el aborto hiere en lo más profundo del ser, va en contra radicalmente de lo que somos, suele destrozar literalmente las vidas de quienes lo llevan a cabo, ya que matar a un hijo o a un ser humano inocente conlleva un sentimiento de culpa, por lo que sufren graves depresiones, autor-reproches, remordimientos, insomnio, pesadillas y trastornos de conducta como la promiscuidad o el alcoholismo, quedando con frecuencia marcadas con un síndrome postaborto, que se presenta antes o después a lo largo de la vida, independientemente de ideologías o creencias, y se expresa con problemas graves de personalidad, inestabilidad emocional, agresividad contra el médico que les ha inducido y a quien no quieren volver a ver, o contra el marido o compañero con un número muy elevado de separaciones y divorcios en el primer año tras el aborto, pues se quejan, en la inmensa mayoría de los casos con razón, de no haber recibido información veraz y completa acerca de las consecuencias físicas, y sobre todo psicológicas, que ese aborto tendría para ellas el resto de sus vidas, y es que es más fácil sacar al niño del seno de su madre que de su pensamiento. Es obvio que toda mujer que aborta queda profundamente afectada por ello, aunque no quiera o no pueda reconocerlo. Desde el punto de vista de la mujer, el aborto es un acto que va totalmente en contra de sus sentimientos e instintos más profundos, aunque algunas intenten justificarse haciéndose sus decididas defensoras. Y es que el problema no es ser madre o no serlo, sino ser madre de un hijo vivo o de un hijo muerto. Tener un bebé nunca, nunca, será tan duro a la larga como tomar la decisión de no tenerlo, no curando el tiempo el problema, sino por el contrario, agravándolo. Por todo ello, hay que insistir en que el aborto no supone el final del problema, sino, por el contrario, el inicio de un nuevo, duradero y gravísimo problema.
Y es que la naturaleza no perdona. Si el simple aborto natural suele ocasionar una depresión en la madre, un acto tan antinatural y tan contra el instinto materno como el aborto provocado lleva consigo un muy serio problema emocional, incluso cuando no se es consciente de ello, como sucede en mujeres que llevan puesto el DIU.
Todo ello hace necesario con frecuencia el correspondiente tratamiento médico psiquiátrico de quien lo realiza, a fin de poder asumir, también humanamente, las consecuencias de su acto, sacando a la luz sus sentimientos de culpa y hablando de este tema a fondo con alguien que sepa escucharles, experimentando muchas la necesidad de que alguien superior les perdone. Pero además de ese tratamiento psiquiátrico, como es también un problema de conciencia y de pecado, puesto que se trata ciertamente de una mala acción, creo que el mejor medio para recuperar la paz interior es el arrepentimiento sincero con la absolución sacramental que garantiza el perdón de un Dios que quiere perdonarnos y nos ayuda a convertirnos. Me parece que en casos así, además del perdón de Dios, necesita también el perdonarse a misma, empezando para ello por pedir perdón a su hijo desde lo más hondo de su corazón y teniéndole presente como un miembro más de la familia, que vive con Dios con nombre propio, no olvidándole sino orándole y orando por él. En cuanto a los demás es altamente recomendable no sólo no dejarse llevar por el rencor y el odio hacia las personas que le han inducido a esa solución desastrosa, sino el esforzarse en perdonarles, incluso con la oración. También puede ser recomendable para reparar el mal hecho la posterior y activa militancia en asociaciones en favor de la vida.
En el varón su participación  en el aborto tampoco queda sin consecuencias: se inhiben sus capacidades constructivas, deja con frecuencia de practicar sus aficiones predilectas, como el hacer deporte, y es muy fácil que se vean afectadas sus relaciones laborales y, sobre todo, con su pareja. En cuanto a los padres se tienen que sentir muy molestos y ofendidos si el aborto se realiza contra su voluntad, pues es muy serio que no se tenga en cuenta su opinión en una cuestión de vida o muerte que afecta a su hijo. El padre, que es tan dador de vida como la madre, tiene todo el derecho a luchar por su hijo, incluso si la madre no quiere seguir con el embarazo y la ley no le ampare. Ahora bien, si no quieren saber nada del asunto estamos ante unos sinvergüenzas e irresponsables. Y si están de acuerdo con el aborto, difícilmente evitarán sentimientos de tristeza, culpabilidad  o remordimientos, no siendo raro que cualquier colaborador en un aborto, también él experimente el síndrome post-aborto y problemas psicológicos como consecuencia de su acción.
En los matrimonios con hijos, el aborto es una amenaza psicológica contra los demás hijos. Los niños se ven perturbados al tener conocimiento de un aborto, pues les surge la cuestión de qué podría haberles sucedido a ellos, e incluso qué puede sucederles, si hubieran sido o fueran un engorro para sus padres.
Sin embargo los máximos culpables son los que se enriquecen con este infame negocio. El aborto mueve cantidades ingentes de dinero. Los lobbies proabortistas tienen especial empeño en que no lleguen a puerto leyes con ayudas para la mujer embarazada. Los propios cursillos presuntamente de educación sexual dados según la ideología de género  fomentan la irresponsabilñidad y en consecuencia los embarazos no deseados, el aborto y el tomar la píldora del día después, que no es precisamente inofensiva. La administración Obama subvencionaba a la industria del aborto con quinientos millones de dólares, que Trump ha recortado drásticamente, Recuerdo que un amigo, que conocía a un médico que practicaba abortos, le preguntó: “¿Por qué los haces?” Y el otro le contestó: “No tienes ni idea de lo que soy capaz de hacer por dinero”.


[i] (EV nº 101)
[ii] (Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica 472)
[iii] (EV 5)
[iv] (Hch 5,29)

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