Páginas

25/11/2018

Leitura espiritual

Resultado de imagem para fé
LA FE EXPLICADA  

CAPÍTULO III

LA UNIDAD Y TRINIDAD DE DIOS

¿Cómo es que son tres? Estoy seguro que ninguno de nosotros se molestaría en explicar un problema de física nuclear a un niño de cinco años. Y, sin embargo, la distancia que hay entre la inteligencia de un niño de cinco años y los últimos avances de la ciencia es nada comparada con la que existe entre la más brillante mente humana y la verdadera naturaleza de Dios. Hay un límite a lo que la mente humana -aun en condiciones óptimas- puede captar y entender.

Dado que Dios es un Ser infinito, ningún intelecto creado, por dotado que esté, puede alcanzar sus profundidades.

Por eso, Dios, al revelarnos la verdad sobre Sí mismo, tiene que contentarse con enunciarnos sencillamente cuál es esa verdad; el «cómo» de ella está tan lejos de nuestras facultades en esta vida, que ni Dios mismo trata de explicárnoslo.

Una de estas verdades es que, habiendo un solo Dios, existen en El tres Personas divinas -Padre, Hijo y Espíritu Santo-. Hay una sola naturaleza divina, pero tres Personas divinas.

En lo humano, «naturaleza» y «persona» son prácticamente una y la misma cosa. Si en una habitación hay tres personas, tres naturalezas humanas están presentes; si sólo está una naturaleza humana presente, hay una sola persona. Así, cuando tratamos de pensar en Dios como tres Personas con una y la misma naturaleza, nos encontramos como dando cabezazos contra un muro.

Por esta razón llamamos a las verdades de fe como esta de la Santísima Trinidad «misterios de fe». Las creemos porque Dios nos las ha manifestado, y El es infinitamente sabio y veraz. Pero para saber cómo puede ser así tenemos que esperar a que El se nos manifieste del todo en el cielo.

Por supuesto, los teólogos pueden aclarárnoslo un poquito. Explican que la distinción entre las tres Personas divinas se basa en la relación que existe entre ellas. Está Dios Padre, quien mira en su mente divina, y se ve cómo es realmente, formulando un pensamiento de Sí mismo. Tú y yo, muchas veces, hacemos lo mismo. Volvemos nuestra mirada sobre nosotros mismos y formamos un pensamiento sobre nosotros. Este pensamiento se expresa en las palabras silenciosas «Juan Pérez» o «María García».

Pero hay una diferencia entre nuestro propio conocimiento y el de Dios sobre Sí mismo.

Nuestro conocimiento propio es imperfecto, incompleto. (Nuestros amigos podrían decirnos cosas sobre nosotros que nos sorprenderían, ¡sin contar lo que dirían nuestros enemigos!) Pero, aun si nos conociéramos perfectamente, aun si el concepto que de nosotros tenemos al enunciar en silencio nuestro nombre fuera completo, o sea una perfecta reproducción de nosotros mismos, tan sólo sería un pensamiento que no saldría de nuestro interior, sin existencia independiente, sin vida propia. El pensamiento cesaría de existir, aun en mi mente, tan pronto como volviera mi atención a otra cosa. La razón es que la existencia o la vida no son parte necesaria de un retrato mío. Hubo un tiempo en que yo no existía en absoluto, y volvería inmediatamente a la nada si Dios no me mantuviera en la existencia.

Pero con Dios las cosas son muy distintas. El existir pertenece a la misma naturaleza divina. No hay otra manera de concebir a Dios adecuadamente que diciendo que es el Ser que nunca tuvo principio, el que siempre fue y siempre será. La única definición real que podemos dar de Dios es decir «El que es». Así se definió a Moisés, recordarás: «Yo soy el que soy.» Si el concepto que Dios tiene de Sí mismo ha de ser un pensamiento infinitamente completo y perfecto, tiene que incluir la existencia, ya que el existir es de la naturaleza de Dios. La imagen que Dios ve de Sí mismo, la Palabra silenciosa con que eternamente se expresa a Sí mismo, debe tener una existencia propia, distinta. A este Pensamiento vivo en que Dios se expresa a Sí mismo perfectamente lo llamamos Dios Hijo. Dios Padre es Dios conociéndose a Sí mismo; Dios Hijo es la expresión del conocimiento que Dios tiene de Sí. Así, la segunda Persona de la Santísima Trinidad es llamada Hijo precisamente porque es generado por toda la eternidad, engendrado en la mente divina del Padre.

También se le llama el Verbo de Dios, porque es la «Palabra mental» en que la mente divina expresa el pensamiento de Sí mismo.

Luego, Dios Padre (Dios conociéndose a Sí mismo) y Dios Hijo (el conocimiento de Dios sobre Sí mismo) contemplan la naturaleza que ambos poseen en común. Al verse (hablamos, por su puesto, en términos humanos), contemplan en esa naturaleza todo lo que es bello y bueno -es decir, todo lo que produce amor- en grado infinito.

Y así la voluntad divina mueve un acto de amor infinito hacia la bondad y belleza divinas.

Dado que el amor de Dios a Sí mismo, como el cono cimiento de Dios de Sí mismo, son de la misma naturaleza divina, tiene que ser un amor vivo. Este amor infinitamente perfecto, infinitamente intenso, que eternamente fluye del Padre y del Hijo es el que llamamos Espíritu Santo, «que procede del Padre y del Hijo». Es la tercera Persona de la Santísima Trinidad.

- Dios Padre es Dios conociéndose a Sí mismo.

- Dios Hijo es la expresión del conocimiento de Dios de Sí mismo.

- Dios Espíritu Santo es el resultado del amor de Dios a Sí mismo.

Esta es la Santísima Trinidad: tres Personas divinas en un solo Dios, una naturaleza divina.

Un pequeño ejemplo podría aclararnos la relación que existe entre las tres Personas divinas: Padre, Hijo y Espíritu Santo.

Supón que te miras en un espejo de cuerpo entero. Ves una imagen perfecta de ti mismo con una excepción: no es más que un reflejo en el espejo. Pero si la imagen saliera de él y se pusiera a tu lado, viva y palpitante como tú, entonces sí que sería tu imagen perfecta.

Pero no habría dos tú, sino un solo Tú, una naturaleza humana. Habría dos «personas», pero sólo una mente y una voluntad, compartiendo el mismo conocimiento y los mismos pensamientos.

Luego, ya que el amor de sí (el amor de sí bueno) es natural a todo ser inteligente, habría una corriente de amor ardiente y mutuo entre tú y tu imagen. Ahora, da rienda suelta a tu fantasía, y piensa en el ser de este amor como una parte tan de ti mismo, tan hondamente enraizado en tu misma naturaleza, que llegara a ser una reproducción viva y palpitante de ti mismo. Este amor sería una «tercera persona» (pero todavía nada más que un Tú, recuerda; sólo una naturaleza humana), una tercera persona que estaría entre tú y tu imagen, y los tres unidos mano en mano, tres personas en una naturaleza humana.

Quizá este vuelo de la imaginación pueda ayudarnos a entender opacamente la relación que existe entre las tres Personas de la Santísima Trinidad: Dios Padre «mirándose» a Sí mismo en su mente divina y mostrando allí la Imagen de Sí, tan infinitamente perfecta que es una imagen viva, Dios Hijo; y Dios Padre y Dios Hijo amando la naturaleza divina que ambos poseen en común como amor vivo, Dios Espíritu Santo. Tres personas divinas, una naturaleza divina.

Si el ejemplo que he utilizado no ayuda nada a nuestro concepto de la Santísima Trinidad, no tenemos por qué sentir frustración. Tratamos con un misterio de fe, y nadie, ni el mayor de los teólogos, puede aspirar a comprenderlo realmente. A lo más que puede llegarse es a distintos grados de ignorancia.

Nadie debe sentirse frustrado si hay misterios de fe. Sólo una persona enferma de soberbia intelectual consumada pretenderá abarcar lo infinito, la insondable profundidad de la naturaleza de Dios. Más que resentir nuestras humanas limitaciones, tenemos que movernos al agradecimiento porque Dios se ha dignado decirnos tanto sobre Sí mismo, sobre su naturaleza íntima.

Al pensar en la Trinidad Beatísima tenemos que estar en guardia contra un error: No podemos pensar en Dios Padre como el que «viene primero», y en Dios Hijo como el que viene después y Dios Espíritu Santo un poco más tarde todavía. Los tres son igualmente eternos al poseer la misma naturaleza divina; el Verbo de Dios y el Amor de Dios son tan sin tiempo como la Naturaleza de Dios. Y Dios Hijo y Dios Espíritu Santo no están subordinados al Padre en modo alguno; ninguna de las Personas es más poderosa, más sapiente, más grande que las demás. Las tres tienen igual perfección infinita, igualdad basada en la única naturaleza divina que las tres poseen.

Sin embargo, atribuimos a cada Persona divina ciertas obras, ciertas actividades, que parecen más apropiadas a la particular relación de esta o aquella Persona divina. Por ejemplo, atribuimos a Dios Padre la obra de la creación, ya que pensamos en El como el «generador», el instigador, el motor de todas las cosas, la sede del infinito poder que Dios posee.

Parecidamente, ya que Dios Hijo es el Conocimiento o la Sabiduría del Padre, le adscribimos las obras de sapiencia; es El quien vino a la tierra para darnos a conocer la verdad y salvar el abismo entre Dios y el hombre.

Finalmente, dado que el Espíritu Santo es el Amor infinito, le apropiamos las obras de amor, especialmente la santificación de las almas, ya que resulta de la inhabitación del Amor de Dios en nuestra alma.

Dios Padre es el Creador, Dios Hijo es el Redentor, Dios Espíritu Santo es el Santificador.

Y, sin embargo, lo que Uno hace, lo hacen Todos; donde Uno está, están los tres.

Este es el misterio de la Trinidad Santísima: la infinita variedad en la unidad absoluta, cuya belleza nos colmará en el cielo.

(cont)
Leo J. Trese

Sendo crianças, não tereis penas


Sendo crianças, não tereis penas: os miúdos esquecem depressa os desgostos para voltar aos seus divertimentos habituais. – Por isso, com o "abandono", não tereis de vos preocupar, pois descansareis no Pai. (Caminho, 864)

Por volta dos primeiros anos da década de 40, eu ia muito a Valência. Não tinha então nenhum meio humano e, com os que – como vocês agora – se reuniam com este pobre sacerdote, fazia oração onde podíamos, algumas tardes numa praia solitária. (...)

Pois um dia, ao fim da tarde, durante um daqueles pores do Sol maravilhosos vimos que uma barca se aproximava da beira-mar e que saltaram para terra uns homens morenos, fortes como rochas, molhados, de tronco nu, tão queimados pela brisa que pareciam de bronze. Começaram a tirar da água a rede que traziam arrastada pela barca, repleta de peixes brilhantes como a prata. Puxavam com muito brio, os pés metidos na areia, com uma energia prodigiosa. De repente veio uma criança, muito queimada também, aproximou-se da corda, agarrou-a com as mãozinhas e começou a puxar com evidente falta de habilidade. Aqueles pescadores rudes, nada refinados, devem ter sentido o coração estremecer e permitiram que aquele pequeno colaborasse; não o afastaram, apesar de ele estorvar em vez de ajudar.

Pensei em vocês e em mim; em vocês, que ainda não conhecia e em mim; nesse puxar pela corda todos os dias, em tantas coisas. Se nos apresentarmos diante de Deus Nosso Senhor como esse pequeno, convencidos da nossa debilidade mas dispostos a cumprir os seus desígnios, alcançaremos a meta mais facilmente: arrastaremos a rede até à beira-mar, repleta de frutos abundantes, porque onde as nossas forças falham, chega o poder de Deus. (Amigos de Deus, 14)

Evangelho e comentário


Tempo comum



CRISTO REI


Evangelho: Jo 18, 33-37

33 Pilatos entrou de novo no edifício da sede, chamou Jesus e perguntou-lhe: «Tu és rei dos judeus?» 34 Respondeu-lhe Jesus: «Tu perguntas isso por ti mesmo, ou porque outros to disseram de mim?» 35 Pilatos replicou: «Serei eu, porventura, judeu? A tua gente e os sumos-sacerdotes é que te entregaram a mim! Que fizeste?» 36 Jesus respondeu: «A minha realeza não é deste mundo; se a minha realeza fosse deste mundo, os meus guardas teriam lutado para que Eu não fosse entregue às autoridades judaicas; portanto, o meu reino não é de cá.» 37 Disse-lhe Pilatos: «Logo, Tu és rei!» Respondeu-lhe Jesus: «É como dizes: Eu sou rei! Para isto nasci, para isto vim ao mundo: para dar testemunho da Verdade. Todo aquele que vive da Verdade escuta a minha voz.»

Comentário:

No dia em que a Liturgia celebra a Festa de Cristo Rei ouvimos da boca de Jesus Cristo a confirmação dessa realidade.

Um Rei é a primeira personalidade de um povo, quem governa, conduz e manda com toda a autoridade esse mesmo povo.

Esta é, por assim dizer, a Sua missão, o Seu encargo.

«Para isto nasci, para isto vim ao mundo: para dar testemunho da Verdade. Todo aquele que vive da Verdade escuta a minha voz.»

Explica a razão do Seu nascimento, da sua vinda ao mundo assumindo em tudo – menos no pecado – uma personalidade humana.

Mas, este Rei, que nos conduz e nos guia, é, ao mesmo tempo, o Rei de quanto existe, do tempo todo: passado, presente e futuro.

Somos, quer queiramos quer não Seus súbditos e se escutarmos a Sua voz viveremos na Verdade que é a Salvação Eterna.

(AMA, comentário sobre Jo 18, 33-37, 02.10.2018)





Temas para reflectir e meditar


Formação humana e cristã – 117


Vida eterna

4

Julgo que é mais conveniente não entrar por “filosofias ou exegeses” – que não nos levarão a outra situação que não seja eternizar as perguntas e interrogações – e tentar, com inteligência e verdadeira vontade de acertar, a uma conclusão humilde e simples mais própria de seres humanos que somos, com as limitações que temos, que será sempre a conclusão que o Senhor Criador de quanto existe, faz o que quer.

Podemos andar para trás, para diante, às voltas e reviravoltas, breves ou extensas, procurando explicações, aceitáveis pela nossa compreensão.
Eminentes e brilhantíssimas inteligências – São Tomás de Aquino ou Santo Agostinho, por exemplo, - o tentaram e, ainda bem, porque vierem contribuir extraordinariamente para nossa – comum - capacidade de entender e compreender, mas, de facto, nenhum se atreveu a concluir as suas considerações – ou análises – dizendo: é assim!

AMA, reflexões.

Pequena agenda do cristão

DOMINGO



(Coisas muito simples, curtas, objectivas)



Propósito:
Viver a família.

Senhor, que a minha família seja um espelho da Tua Família em Nazareth, que cada um, absolutamente, contribua para a união de todos pondo de lado diferenças, azedumes, queixas que afastam e escurecem o ambiente. Que os lares de cada um sejam luminosos e alegres.

Lembrar-me:
Cultivar a Fé

São Tomé, prostrado a Teus pés, disse-te: Meu Senhor e meu Deus!
Não tenho pena nem inveja de não ter estado presente. Tu mesmo disseste: Bem-aventurados os que crêem sem terem visto.
E eu creio, Senhor.
Creio firmemente que Tu és o Cristo Redentor que me salvou para a vida eterna, o meu Deus e Senhor a quem quero amar com todas as minhas forças e, a quem ofereço a minha vida. Sou bem pouca coisa, não sei sequer para que me queres mas, se me crias-te é porque tens planos para mim. Quero cumpri-los com todo o meu coração.

Pequeno exame:

Cumpri o propósito que me propus ontem?