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01/06/2018

Leitura espiritual


LIBRO DE LA VIDA 48 

Segundo a edição de 1562

PRÓLOGO


CAPÍTULO 32


1. Después de mucho tiempo que el Señor me había hecho ya muchas de las mercedes que he dicho y otras muy grandes, estando un día en oración me hallé en un punto toda, sin saber cómo, que me parecía estar metida en el infierno. Entendí que quería el Señor que viese el lugar que los demonios allá me tenían aparejado, y yo merecido por mis pecados. Ello fue en brevísimo espacio, mas aunque yo viviese muchos años, me parece imposible olvidárseme.

Parecíame la entrada a manera de un callejón muy largo y estrecho, a manera de horno muy bajo y oscuro y angosto. El suelo me pareció de un agua como lodo muy sucio y de pestilencial olor, y muchas sabandijas malas en él. Al cabo estaba una concavidad metida en una pared, a manera de una alacena, adonde me vi meter en mucho estrecho.

Todo esto era deleitoso a la vista en comparación de lo que allí sentí. Esto que he dicho va mal encarecido.

2. Estotro me parece que aun principio de encarecerse como es no le puede haber, ni se puede entender; mas sentí un fuego en el alma, que yo no puedo entender cómo poder decir de la manera que es. Los dolores corporales tan incomportables, que, con haberlos pasado en esta vida gravísimos y, según dicen los médicos, los mayores que se pueden acá pasar (porque fue encogérseme todos los nervios cuando me tullí, sin otros muchos de muchas maneras que he tenido, y aun algunos, como he dicho, causados del demonio), no es todo nada en comparación de lo que allí sentí, y ver que habían de ser sin fin y sin jamás cesar.

Esto no es, pues, nada en comparación del agonizar del alma: un apretamiento, un ahogamiento, una aflicción tan sentible y con tan desesperado y afligido descontento, que yo no sé cómo lo encarecer. Porque decir que es un estarse siempre arrancando el alma, es poco, porque aun parece que otro os acaba la vida; mas aquí el alma misma es la que se despedaza.

El caso es que yo no sé cómo encarezca aquel fuego interior y aquel desesperamiento, sobre tan gravísimos tormentos y dolores.

No veía yo quién me los daba, mas sentíame quemar y desmenuzar, a lo que me parece. Y digo que aquel fuego y desesperación interior es lo peor.

3. Estando en tan pestilencial lugar, tan sin poder esperar consuelo, no hay sentarse ni echarse, ni hay lugar, aunque me pusieron en éste como agujero hecho en la pared. Porque estas paredes, que son espantosas a la vista, aprietan ellas mismas, y todo ahoga. No hay luz, sino todo tinieblas oscurísimas. Yo no entiendo cómo puede ser esto, que con nohaber luz, lo que a la vista ha de dar pena todo se ve.

No quiso el Señor entonces viese más de todo el infierno. Después he visto otra visión de cosas espantosas, de algunos vicios el castigo. Cuanto a la vista, muy más espantosos me parecieron, mas como no sentía la pena, no me hicieron tanto temor; que en esta visión quiso el Señor que verdaderamente yo sintiese aquellos tormentos y aflicción en el espíritu, como si el cuerpo lo estuviera padeciendo.

Yo no sé cómo ello fue, mas bien entendí ser gran merced y que quiso el Señor yo viese por vista de ojos de dónde me había librado su misericordia. Porque no es nada oírlo decir, ni haber yo otras veces pensado en diferentes tormentos (aunque pocas, que por temor no se llevaba bien mi alma), ni que los demonios atenazan, ni otros diferentes tormentos que he leído, no es nada con esta pena, porque es otra cosa. En fin como de dibujo a la verdad, y el quemarse acá es muy poco en comparación de este fuego de allá.

4. Yo quedé tan espantada, y aún lo estoy ahora escribiéndolo, con que ha casi seis años, y es así que me parece el calor natural me falta de temor aquí adonde estoy. Y así no me acuerdo vez que tengo trabajo ni dolores, que no me parece nonada todo lo que acá se puede pasar, y así me parece en parte que nos quejamos sin propósito. Y así torno a decir que fue una de las mayores mercedes que el Señor me ha hecho, porque me ha aprovechado muy mucho, así para perder el miedo a las tribulaciones y contradicciones de esta vida, como para esforzarme a padecerlas y dar graciasal Señor que me libró, a lo que ahora me parece, de males tan perpetuos y terribles.

5. Después acá, como digo, todo me parece fácil en comparación de un momento que se haya de sufrir lo que yo en él allí padecí.

Espántame cómo habiendo leído muchas veces libros adonde se da algo a entender las penas del infierno, cómo no las temía ni tenía en lo que son. ¿Adónde estaba? ¿Cómo me podía dar cosa descanso de lo que me acarreaba ir a tan mal lugar? ¡Seáis bendito, Dios mío, por siempre! Y ¡cómo se ha parecido que me queríais Vos mucho más a mí que yo me quiero! ¡Qué de veces, Señor, me librasteis de cárcel tan tenebrosa, y cómo me tornaba yo a meter en ella contra vuestra voluntad!

6. De aquí también gané la grandísima pena que me da las muchas almas que se condenan (de estos luteranos en especial, porque eran ya por el bautismo miembros de la Iglesia), y los ímpetus grandes de aprovechar almas, que me parece, cierto, a mí que, por librar una sola de tan gravísimos tormentos, pasaría yo muchas muertes muy de buena gana. Miro que, si vemos acá una persona que bien queremos, en especial con un gran trabajo o dolor, parece que nuestro mismo natural nos convida a compasión y, si es grande, nos aprieta a nosotros. Pues ver a un alma para sin fin en el sumo trabajo de los trabajos, ¿quién lo ha de poder sufrir? No hay corazón que lo lleve sin gran pena. Pues acá con saber que, en fin, se acabará con la vida y que ya tiene término, aun nos mueve a tanta compasión, estotro que no le tiene no sé cómo podemos sosegar viendo tantas almas como lleva cada día el demonio consigo.

7. Esto también me hace desear que, en cosa que tanto importa, no
nos contentemos con menos de hacer todo lo que pudiéremos de nuestra parte. No dejemos nada, y plega al Señor sea servido de darnos gracia para ello.

Cuando yo considero que, aunque era tan malísima, traía algún cuidado de servir a Dios y no hacía algunas cosas que veo que, como quien no hace nada, se las tragan en el mundo y, en fin, pasaba grandes enfermedades y con mucha paciencia, que me la daba el Señor; no era inclinada a murmurar, ni a decir mal de nadie, ni me parece podía querer mal a nadie, ni era codiciosa, ni envidia jamás me acuerdo tener de manera que fuese ofensa grave del Señor, y otras algunas cosas, que, aunque era tan ruin, traía temor de Dios lo más continuo; y veo adonde me tenían ya los demonios aposentada, y es verdad que, según mis culpas, aun me parece merecía más castigo.

Mas, con todo, digo que era terrible tormento, y que es peligrosa cosa contentarnos, ni traer sosiego ni contento el alma que anda cayendo a cada paso en pecado mortal; sino que por amor de Dios nos quitemos de las ocasiones, que el Señor nos ayudará como ha hecho a mí. Plega a Su Majestad que no me deje de su mano para que yo torne a caer, que ya tengo visto adónde he de ir a parar. No lo permita el Señor, por quien Su Majestad es, amén.

8. Andando yo, después de haber visto esto y otras grandes cosas y secretos que el Señor, por quien es, me quiso mostrar de la gloria que se dará a los buenos y pena a los malos, deseando modo y manera en que pudiese hacer penitencia de tanto mal y merecer algo para ganar tanto bien, deseaba huir de gentes y acabar ya de en todo en todo apartarme del mundo. No sosegaba mi espíritu, mas no desasosiego inquieto, sino sabroso. Bien se veía que era de Dios, y que le había dado Su Majestad al alma calor para digerir otros manjares más gruesos de los que comía.

9. Pensaba qué podría hacer por Dios. Y pensé que lo primero era seguir el llamamiento que Su majestad me había hecho a religión, guardando mi Regla con la mayor perfección que pudiese. Y aunque en la casa adonde estaba había muchas siervas de Dios y era harto servido en ella, a causa de tener gran necesidad salían las monjas muchas veces a partes adonde con toda honestidad y religión podíamos estar; y también no estaba fundada en su primer rigor la Regla, sino guardábase conforme a lo que en toda la Orden, que es con bula de relajación. Y también otros inconvenientes, que me parecía a mí tenía mucho regalo, por ser la casa grande y deleitosa. Mas este inconveniente de salir, aunque yo era la que mucho lo usaba, era grande para mí ya, porque algunas personas, a quien los prelados no podían decir de no, gustaban estuviese yo en su compañía, e, importunados, mandábanmelo. Y así, según se iba ordenando, pudiera poco estar en el monasterio, porque el demonio en parte debía ayudar para que no estuviese en casa, que todavía, como comunicaba con algunas lo que los que me trataban me enseñaban, hacíase gran provecho.

10. Ofrecióse una vez, estando con una persona, decirme a mí y a otras que si no seríamos para ser monjas de la manera de las descalzas, que aun posible era poder hacer un monasterio. Yo, como andaba en estos deseos, comencélo a tratar con aquella señora mi compañera viuda que ya he dicho, que tenía el mismo deseo. Ella comenzó a dar trazas para darle renta, que ahora veo yo que no llevaban mucho camino y el deseo que de ello teníamos nos hacía parecer que sí.

Mas yo, por otra parte, como tenía tan grandísimo contento en la casa que estaba, porque era muy a mi gusto y la celda en que estaba hecha muy a mi propósito, todavía me detenía. Con todo concertamos de encomendarlo mucho a Dios.

11. Habiendo un día comulgado, mandóme mucho Su Majestad lo procurase con todas mis fuerzas, haciéndome grandes promesas de que no se dejaría de hacer el monasterio, y que se serviría mucho en él, y que se llamase San José, y que a la una puerta nos guardaría él y nuestra Señora la otra, y que Cristo andaría con nosotras, y que sería una estrella que diese de sí gran resplandor, y que, aunque las religiones estaban relajadas, que no pensase se servía poco en ellas; que qué sería del mundo si no fuese por los religiosos; que dijese a mi confesor esto que me mandaba, y que le rogaba El que no fuese contra ello ni me lo estorbase.

SANTA TERESA DE JESÚS O DE ÁVILA

Doutrina – 429

CATECISMO DA IGREJA CATÓLICA
Compêndio


PRIMEIRA PARTE: A PROFISSÃO DA FÉ
SEGUNDA SECÇÃO: A PROFISSÃO DA FÉ CRISTÃ
CAPÍTULO TERCEIRO


«CREIO NA VIDA ETERNA»

208. O que é o juízo particular?


É o julgamento de retribuição imediata, que cada um, a partir da morte, recebe de Deus na sua alma imortal, em relação à sua fé e às suas obras. Tal retribuição consiste no acesso à bem-aventurança do céu, imediatamente ou depois de uma adequada purificação, ou então à condenação eterna no inferno.

Publicações em 01 Junho

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Publicações em 01 de Junho 2018:





    Diante de Deus tu és uma criança


    Diante de Deus, que é Eterno, tu és uma criança mais pequena do que, diante de ti, um miúdo de dois anos. E, além de criança, és filho de Deus. – Não o esqueças. (Caminho, 860)

    Se reparardes bem, é muito diferente a queda de uma criança e a queda de uma pessoa crescida. Para as crianças, uma queda, em geral, não tem importância; tropeçam com tanta frequência! E se começam a chorar, o pai lembra-lhes: os homens não choram. Assim se encerra o incidente com o empenho do miúdo por contentar o seu pai.

    (…) Se procurarmos portar-nos como eles, os tropeções e os fracassos – aliás inevitáveis – na vida interior, nunca se transformarão em amargura. Reagiremos com dor, mas sem desânimo, e com um sorriso que brota, como a água límpida, da alegria da nossa condição de filhos desse Amor, dessa grandeza, dessa sabedoria infinita, dessa misericórdia, que é o nosso Pai. Aprendi durante os meus anos de serviço ao Senhor a ser filho pequeno de Deus. E isto vos peço: que sejais quasi modo geniti infantes, meninos que desejam a palavra de Deus, o pão de Deus, o alimento de Deus, a fortaleza de Deus para se comportarem de agora em diante, como homens cristãos. (Amigos de Deus, 146)

    Evangelho e comentário


    Tempo comum


    Evangelho: Mc 11, 11-26

    11 Chegou a Jerusalém e entrou no templo. Depois de ter examinado tudo em seu redor, como a hora já ia adiantada, saiu para Betânia com os Doze. 12 Na manhã seguinte, ao deixarem Betânia, Jesus sentiu fome. 13 Vendo ao longe uma figueira com folhas, foi ver se nela encontraria alguma coisa; mas, ao chegar junto dela, não encontrou senão folhas, pois não era tempo de figos. 14 Disse então: «Nunca mais ninguém coma fruto de ti.» E os discípulos ouviram isto. 15 Chegaram a Jerusalém; e, entrando no templo, Jesus começou a expulsar os que vendiam e compravam no templo; deitou por terra as mesas dos cambistas e os bancos dos vendedores de pombas, 16 e não permitia que se transportasse qualquer objecto através do templo. 17 E ensinava-os, dizendo: «Não está escrito: A minha casa será chamada casa de oração para todos os povos? Mas vós fizestes dela um covil de ladrões.» 18 Os sacerdotes e os doutores da Lei ouviram isto e procuravam maneira de o matar, mas temiam-no, pois toda a multidão estava maravilhada com o seu ensinamento. 19 Quando se fez tarde, saíram para fora da cidade. 20 Ao passarem na manhã seguinte, viram a figueira seca até às raízes. 21 Pedro, recordando-se, disse a Jesus: «Olha, Mestre, a figueira que amaldiçoaste secou!» 22 Jesus disse-lhes: «Tende fé em Deus. 23 Em verdade vos digo, se alguém disser a este monte: ‘Tira-te daí e lança-te ao mar’, e não vacilar em seu coração, mas acreditar que o que diz se vai realizar, assim acontecerá. 24 Por isso, vos digo: tudo quanto pedirdes na oração crede que já o recebestes e haveis de obtê-lo. Quando vos levantais para orar, se tiverdes alguma coisa contra alguém, perdoai-lhe primeiro, 25 para que o vosso Pai que está no céu vos perdoe também as vossas ofensas. 26 Porque, se não perdoardes, também o vosso Pai que está no Céu não perdoará as vossas ofensas.»

    Comentário:

    Os versículos 13, 14 deste capítulo 11 do Evangelho escrito por São Marcos pode parecer um pouco estranho como se Jesus usasse os Seus poderes para, de certo modo, satisfazer algum capricho.

    Sim, porque se não era tempo de figos como poderia a figueira tê-los?

    Não! Não se trata de um capricho mas de uma “lição” que o Senhor entendeu dar aos Seus seguidores e, a lição, como virá em versículos seguintes, é sobre o poder da oração e a confiança que nela se deve depositar.

    Claro que recorre a imagens pouco credíveis: mandar um monte plantar-se no mar não tem sentido nenhum, de facto. Mas, o Senhor afirma que o poder da oração confiada é tal que seria possível fazê-lo.
    O poder de Deus não tem absolutamente nenhum limite, de facto, Ele pode tudo.

    Nós, cristãos, temos esta certeza: nunca nos cansemos de pedir, com perseverança, fé e confiança absolutas em que, se o que pedimos for conveniente para nós o Senhor, o concederá.

    (AMA, comentário sobre  Mc 11, 13-14, 26.04.2018)


    Temas para reflectir e meditar

    Eucaristia

    Cristo instituiu o Santíssimo Sacramento como memorial perene da Sua Paixão, como o cumprimento das antigas figuras e a mais maravilhosa das Suas obras; e deixou-o aos Seus como consolo singular nas tristezas da Sua ausência.

    (São Tomás de AquinoSermão para a festa do Corpus Christi)

    Perguntas e respostas


    A ÉTICA

    A. A ética.
    B. Os princípios éticos.

    A. A ÉTICA

    1. ¿O Que é a ética?

    Chama-se ética ao conjunto de normas que regulam o comportamento humano para que seja correcto. Por outras palavras, ética é uma compilação de regras de boa conduta.

    Pequena agenda do cristão

    Sexta-Feira


    (Coisas muito simples, curtas, objectivas)




    Propósito:

    Contenção; alguma privação; ser humilde.


    Senhor: Ajuda-me a ser contido, a privar-me de algo por pouco que seja, a ser humilde. Sou formado por este barro duro e seco que é o meu carácter, mas não Te importes, Senhor, não Te importes com este barro que não vale nada. Parte-o, esfrangalha-o nas Tuas mãos amorosas e, estou certo, daí sairá algo que se possa - que Tu possas - aproveitar. Não dês importância à minha prosápia, à minha vaidade, ao meu desejo incontido de protagonismo e evidência. Não sei nada, não posso nada, não tenho nada, não valho nada, não sou absolutamente nada.

    Lembrar-me:
    Filiação divina.

    Ser Teu filho Senhor! De tal modo desejo que esta realidade tome posse de mim, que me entrego totalmente nas Tuas mãos amorosas de Pai misericordioso, e embora não saiba bem para que me queres, para que queres como filho a alguém como eu, entrego-me confiante que me conheces profundamente, com todos os meus defeitos e pequenas virtudes e é assim, e não de outro modo, que me queres ao pé de Ti. Não me afastes, Senhor. Eu sei que Tu não me afastarás nunca. Peço-Te que não permitas que alguma vez, nem por breves instantes, seja eu a afastar-me de Ti.

    Pequeno exame:

    Cumpri o propósito que me propus ontem?