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17/05/2018

Uma Mãe que nunca nos abandona


Não estás sozinho. Nem tu nem eu podemos encontrar-nos sozinhos. E, menos ainda, se vamos a Jesus por Maria, pois é uma Mãe que nunca nos abandona. (Forja, 249)



É a hora de recorreres à tua Mãe bendita do Céu, para que te acolha nos seus braços e te consiga do seu Filho um olhar de misericórdia. E procura depois fazer propósitos concretos: corta de uma vez, ainda que custe, esse pormenor que estorva e que é bem conhecido de Deus e de ti. A soberba, a sensualidade, a falta de sentido sobrenatural aliar-se-ão para te sussurrarem: isso? Mas se se trata de uma circunstância tonta, insignificante! Tu responde, sem dialogar mais com a tentação: entregar-me-ei também nessa exigência divina! E não te faltará razão: o amor demonstra-se especialmente em coisas pequenas. Normalmente, os sacrifícios que o Senhor nos pede, os mais árduos, são minúsculos, mas tão contínuos e valiosos como o bater do coração.

Quantas mães conheceste como protagonistas de um acto heróico, extraordinário? Poucas, muito poucas. E contudo, mães heróicas, verdadeiramente heróicas, que não aparecem como figuras de nada espectacular, que nunca serão notícia – como se diz – tu e eu conhecemos muitas: vivem sacrificando-se a toda a hora, renunciando com alegria aos seus gostos e passatempos pessoais, ao seu tempo, às suas possibilidades de afirmação ou de êxito, para encher de felicidade os dias dos seus filhos. (Amigos de Deus, nn 134–135)

Temas para reflectir e meditar

Mãe de Cristo


Maria está unida a Cristo de um modo totalmente especial e excepcional e igualmente é amada neste «Amado» eternamente, neste Filho consubstancial ao Pai, no qual se concentra toda a glória da graça.


(São João Pulo IIEncíclica Redemptoris Mater, 1987.03.25, nr. 8)

Leitura espiritual

LIBRO DE LA VIDA

Segundo a edição de 1562




PRÓLOGO


CAPÍTULO 23


5. Como yo vi iba tan adelante mi temor, porque crecía la oración,
parecióme que en esto había algún gran bien o grandísimo mal.

Porque bien entendía ya era cosa sobrenatural lo que tenía, porque
algunas veces no lo podía resistir. Tenerlo cuando yo quería, era excusado. Pensé en mí que no tenía remedio si no procuraba tener limpia conciencia y apartarme de toda ocasión, aunque fuese de pecados veniales, porque, siendo espíritu de Dios, clara estaba la ganancia; si era demonio, procurando yo tener contento al Señor y no ofenderle, poco daño me podía hacer, antes él quedaría con pérdida. Determinada en esto y suplicando siempre a Dios me ayudase, procurando lo dicho algunos días, vi que no tenía fuerza mi alma para salir con tanta perfección a solas, por algunas aficiones que tenía a cosas que, aunque de suyo no eran muy malas, bastaban para estragarlo todo.

6. Dijéronme de un clérigo letrado que había en este lugar, que comenzaba el Señor a dar a entender a la gente su bondad y buena vida. Yo procuré por medio de un caballero santo que hay en este lugar. Es casado, mas de vida tan ejemplar y virtuosa, y de tanta oración y caridad, que en todo él resplandece su bondad y perfección. Y con mucha razón, porque grande bien ha venido a muchas almas por su medio, por tener tantos talentos, que, aun con no le ayudar su estado, no puede dejar con ellos de obrar. Mucho entendimiento y muy apacible para todos. Su conversación no pesada, tan suave y agraciada, junto con ser recta y santa, que da contento grande a los que trata. Todo lo ordena para gran bien de las almas que conversa, y no parece trae otro estudio sino hacer por todos los que él ve se sufre y contentar a todos.

7. Pues este bendito y santo hombre, con su industria, me parece fue principio para que mi alma se salvase. Su humildad a mí espántame, que con haber, a lo que creo, poco menos de cuarenta años que tiene oración -no sé si son dos o tres menos-, y lleva toda la vida de perfección, que, a lo que parece, sufre su estado. Porque tiene una mujer tan gran sierva de Dios y de tanta caridad, que por ella no se pierde; en fin, como mujer de quien Dios sabía había de ser tan gran siervo suyo, la escogió. Estaban deudos suyos casados con parientes míos. Y también con otro harto siervo de Dios, que estaba casado con una prima mía, tenía mucha comunicación.

8. Por esta vía procuré viniese a hablarme este clérigo que digo tan siervo de Dios, que era muy su amigo, con quien pensé confesarme y tener por maestro. Pues trayéndole para que me hablase, y yocon grandísima confusión de verme presente de hombre tan santo, dile parte de mi alma y oración, que confesarme no quiso: dijo que era muy ocupado, y era así. Comenzó con determinación santa a llevarme como a fuerte, que de razón había de estar según la oración vio que tenía, para que en ninguna manera ofendiese a Dios.

Yo, como vi su determinación tan de presto en cosillas que, como digo, yo no tenía fortaleza para salir luego con tanta perfección, afligíme; y como vi que tomaba las cosas de mi alma como cosa que en una vez había de acabar con ella, yo veía que había menester mucho más cuidado.

9. En fin, entendí no eran por los medios que él me daba por donde yo me había de remediar, porque eran para alma más perfecta; y yo, aunque en las mercedes de Dios estaba adelante, estaba muy en los principios en las virtudes y mortificación. Y cierto, si no hubiera de tratar más de con él, yo creo nunca medrara mi alma; porque de la aflicción que me daba de ver cómo yo no hacía - ni me parece podía - lo que él me decía, bastaba para perder la esperanza y dejarlo todo.

Algunas veces me maravillo, que siendo persona que tiene gracia particular en comenzar a llegar almas a Dios, cómo no fue servido entendiese la mía ni se quisiese encargar de ella, y veo fue todo para mayor bien mío, porque yo conociese y tratase gente tan santa como la de la Compañía de Jesús.

10. De esta vez quedé concertada con este caballero santo, para que alguna vez me viniese a ver. Aquí se vio su gran humildad, querer tratar con persona tan ruin como yo. Comenzóme a visitar y a animarme y decirme que no pensase que en un día me había de apartar de todo, que poco a poco lo haría Dios; que en cosas bien livianas había él estado algunos años, que no las había podido acabar consigo. ¡Oh humildad, qué grandes bienes haces adonde estás y a los que se llegan a quien la tiene! Decíame este santo (que a mi parecer con razón le puedo poner este nombre) flaquezas, que a él le parecían que lo eran, con su humildad, para mi remedio; y mirado conforme a su estado, no era falta ni imperfección, y conforme al mío, era grandísima tenerlas.

Yo no digo esto sin propósito, porque parece me alargo en menudencias, e importan tanto para comenzar a aprovechar un alma y sacarla a volar (que aún no tiene plumas, como dicen), que no lo creerá nadie, sino quien ha pasado por ello. Y porque espero yo en Dios vuestra merced ha de aprovechar muchas, lo digo aquí, que fue toda mi salud saberme curar y tener humildad y caridad para estar conmigo, y sufrimiento de ver que no en todo me enmendaba. Iba con discreción, poco a poco dando maneras para vencer el demonio. Yo le comencé a tener tan grande amor, que no había para mí mayor descanso que el día que le veía, aunque eran pocos. Cuando tardaba, luego me fatigaba mucho, pareciéndome que por ser tan ruin no me veía.

11. Como él fue entendiendo mis imperfecciones tan grandes, y aun serían pecados (aunque después que le traté, más enmendada estaba), y como le dije las mercedes que Dios me hacía, para que me diese luz, díjome que no venía lo uno con lo otro, que aquellos regalos eran ya de personas que estaban muy aprovechadas y mortificadas, que no podía dejar de temer mucho, porque le parecía mal espíritu en algunas cosas, aunque no se determinaba, mas que pensase bien todo lo que entendía de mi oración y se lo dijese. Y era el trabajo que yo no sabía poco ni mucho decir lo que era mi oración; porque esta merced de saber entender qué es, y saberlo decir, ha poco que me lo dio Dios.

12. Como me dijo esto, con el miedo que yo traía, fue grande mi aflicción y lágrimas. Porque, cierto, yo deseaba contentar a Dios y no me podía persuadir a que fuese demonio; mas temía por mis grandes pecados me cegase Dios para no lo entender.

Mirando libros para ver si sabría decir la oración que tenía, hallé en uno que se llama Subida del Monte, en lo que toca a unión del alma con Dios, todas las señales que yo tenía en aquel no pensar nada, que esto era lo que yo más decía: que no podía pensar nadacuando tenía aquella oración; y señalé con unas rayas las partes que eran, y dile el libro para que él y el otro clérigo que he dicho, santo y siervo de Dios, lo mirasen y me dijesen lo que había de hacer; y que, si les pareciese, dejaría la oración del todo, que para qué me había yo de meter en esos peligros; pues a cabo de veinte años casi que había que la tenía, no había salido con ganancia, sino con engaños del demonio, que mejor era no la tener; aunque también esto se me hacía recio, porque ya yo había probado cuál estaba mi alma sin oración.

Así que todo lo veía trabajoso, como el que está metido en un río, que a cualquier parte que vaya de él teme más peligro, y él se está casi ahogando.

Es un trabajo muy grande éste, y de éstos he pasado muchos, como diré adelante; que aunque parece no importa, por ventura hará provecho entender cómo se ha de probar el espíritu.

13. Y es grande, cierto, el trabajo que se pasa, y es menester tiento, en especial con mujeres, porque es mucha nuestra flaqueza y podría venir a mucho mal diciéndoles muy claro es demonio; sino mirarlo muy bien, y apartarlas de los peligros que puede haber, y avisarlas en secreto pongan mucho y le tengan ellos, que conviene.

Y en esto hablo como quien le cuesta harto trabajo no le tener algunas personas con quien he tratado mi oración, sino preguntando unos y otros, por bien me han hecho harto daño, que se han divulgado cosas que estuvieran bien secretas -pues no son para todos- y parecía las publicaba yo. Creo sin culpa suya lo ha permitido el Señor para que yo padeciese. No digo que decían lo que trataba con ellos en confesión; mas, como eran personas a quien yo daba cuenta por mis temores para que me diesen luz, parecíame a mí habían de callar. Con todo, nunca osaba callar cosa a personas semejantes.

Pues digo que se avise con mucha discreción, animándolas y aguardando tiempo, que el Señor las ayudará como ha hecho a mí; que si no, grandísimo daño me hiciera, según era temerosa y medrosa. Con el gran mal de corazón que tenía, espántome cómo no me hizo mucho mal.

SANTA TERESA DE JESÚS O DE ÁVILA


Evangelho e comentário

Tempo de Páscoa


Evangelho: Jo 17, 20-26

20 Não rogo só por eles, mas também por aqueles que hão-de crer em mim, por meio da sua palavra, 21 para que todos sejam um só, como Tu, Pai, estás em mim e Eu em ti; para que assim eles estejam em Nós e o mundo creia que Tu me enviaste. 22 Eu dei-lhes a glória que Tu me deste, de modo que sejam um, como Nós somos Um. 23 Eu neles e Tu em mim, para que eles cheguem à perfeição da unidade e assim o mundo reconheça que Tu me enviaste e que os amaste a eles como a mim. 24 Pai, quero que onde Eu estiver estejam também comigo aqueles que Tu me confiaste, para que contemplem a minha glória, a glória que me deste, por me teres amado antes da criação do mundo. 25 Pai justo, o mundo não te conheceu, mas Eu conheci-te e estes reconheceram que Tu me enviaste. 26 Eu dei-lhes a conhecer quem Tu és e continuarei a dar-te a conhecer, a fim de que o amor que me tiveste esteja neles e Eu esteja neles também.»

Comentário:

O Senhor continua o Seu longo discurso a que chamo testamentário porque nele se contem quanto é necessário para fortalecer a fé nele próprio.

Por isso mesmo faz revelações – diria – que sintetizam quanto foi dizendo ao longo do tempo sobre Ele Próprio as suas “relações” de intimidade plena com O Pai, que se consubstanciam na unidade perfeita.

É essa unidade que o Senhor propõe como o ideal a perseguir pelos Seus seguidores, os cristãos.

E, de facto, sem unidade não há coesão nem de princípios nem de práticas o que, inevitavelmente, levará à confusão e desnorte que, infelizmente, aconteceram do seio da Igreja e, ainda hoje, surgem.

O Papa é o símbolo - e a garantia - dessa unidade e todos os cristãos têm estrita obrigação de pedir a Deus que o ajude na sua tarefa de guia e chefe e proteja dos seus inimigos.
Dominus conservat eum, vivicet eum et beatum faciam eum in terra et non tradant in animan inimicorum eius

(AMA, comentário sobre Jo 17, 20-26, 01.06.2017)


Pequena agenda do cristão

Quinta-Feira



(Coisas muito simples, curtas, objectivas)



Propósito:
Participar na Santa Missa.


Senhor, vendo-me tal como sou, nada, absolutamente, tenho esta percepção da grandeza que me está reservada dentro de momentos: Receber o Corpo, o Sangue, a Alma e a Divindade do Rei e Senhor do Universo.
O meu coração palpita de alegria, confiança e amor. Alegria por ser convidado, confiança em que saberei esforçar-me por merecer o convite e amor sem limites pela caridade que me fazes. Aqui me tens, tal como sou e não como gostaria e deveria ser.
Não sou digno, não sou digno, não sou digno! Sei porém, que a uma palavra Tua a minha dignidade de filho e irmão me dará o direito a receber-te tal como Tu mesmo quiseste que fosse. Aqui me tens, Senhor. Convidaste-me e eu vim.


Lembrar-me:
Comunhões espirituais.


Senhor, eu quisera receber-vos com aquela pureza, humildade e devoção com que Vos recebeu Vossa Santíssima Mãe, com o espírito e fervor dos Santos.

Pequeno exame:

Cumpri o propósito que me propus ontem?