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15/04/2018

Tens de conviver, tens de compreender

Tens de conviver, tens de compreender, tens de ser irmão dos homens teus irmãos, tens de pôr amor – como diz o místico castelhano – onde não há amor, para colher amor. (Forja, 457)

Jesus Cristo, que veio salvar todos os povos e deseja associar os cristãos à sua obra redentora, quis ensinar aos seus discípulos – a ti e a mim – uma caridade grande, sincera, mais nobre e valiosa: devemos amar-nos mutuamente como Cristo nos ama a cada um de nós. Só desta maneira, isto é, imitando o exemplo divino – dentro da nossa rudeza pessoal – conseguiremos abrir o nosso coração a todos os homens, amar de um modo mais elevado, inteiramente novo.

Que bem puseram os primeiros cristãos em prática esta caridade ardente, caridade que sobressaía e transbordava dos limites da simples solidariedade humana ou da benignidade de carácter. Amavam-se uns aos outros de modo afectuoso e forte, através do Coração de Cristo. Um escritor do século II, Tertuliano, transmitiu-nos o comentário dos pagãos, comovidos ao presenciarem o comportamento dos fiéis de então, tão cheio de atractivo sobrenatural e humano: Vede como se amam, repetiam.

Se notas que não mereces esse louvor agora ou em tantas ocasiões do dia-a-dia; que o teu coração não reage como devia às exigências divinas, pensa também que chegou o momento de rectificares.


O principal apostolado que nós, os cristãos, temos de realizar no mundo, o melhor testemunho de fé é contribuir para que dentro da Igreja se respire o clima de autêntica caridade. Quando não nos amamos verdadeiramente, quando há ataques, calúnias e inimizades, quem se sentirá atraído pelos que afirmam que pregam a Boa Nova do Evangelho? (Amigos de Deus, nn. 225–226)

Temas para reflectir e meditar

Generosidade

A mortificação só produz tristeza quando sobra egoísmo e falta generosidade e amor de Deus. 

O sacrifício traz sempre consigo a alegria no meio da dor, o gozo de cumprir a Vontade de Deus, de O amar com esforço.


(R. M. de BalbínSacrificio y alegría, Rialp, 2ª ed., Madrid 1975, pg. 123, trad ama)


Evangelho e comentário

Tempo de Páscoa

Evangelho: Lc 24, 35-48

35 E eles contaram o que lhes tinha acontecido pelo caminho e como Jesus se lhes dera a conhecer, ao partir o pão. 36 Enquanto isto diziam, Jesus apresentou-se no meio deles e disse-lhes: «A paz esteja convosco!» 37 Dominados pelo espanto e cheios de temor, julgavam ver um espírito. 38 Disse-lhes, então: «Porque estais perturbados e porque surgem tais dúvidas nos vossos corações? 39 Vede as minhas mãos e os meus pés: sou Eu mesmo. Tocai-me e olhai que um espírito não tem carne nem ossos, como verificais que Eu tenho.» 40 Dizendo isto, mostrou-lhes as mãos e os pés. 41 E como, na sua alegria, não queriam acreditar de assombrados que estavam, Ele perguntou-lhes: «Tendes aí alguma coisa que se coma?» 42 Deram-lhe um bocado de peixe assado; 43 e, tomando-o, comeu diante deles. 44 Depois, disse-lhes: «Estas foram as palavras que vos disse, quando ainda estava convosco: que era necessário que se cumprisse tudo quanto a meu respeito está escrito em Moisés, nos Profetas e nos Salmos.» 45 Abriu-lhes então o entendimento para compreenderem as Escrituras 46 e disse-lhes: «Assim está escrito que o Messias havia de sofrer e ressuscitar dentre os mortos, ao terceiro dia; 47 que havia de ser anunciada, em seu nome, a conversão para o perdão dos pecados a todos os povos, começando por Jerusalém. 48 Vós sois as testemunhas destas coisas.

Comentário:

Os quatro Evangelistas relatam cada um com os detalhes que mais os terão "tocado", as aparições do Ressuscitado.

Temos assim abundantes descrições desses importantes acontecimentos que antecedem a formação da Igreja de Jesus Cristo.

Naturalmente que não devem ter ficado por aqui esses encontros, Jesus deverá ter passado longos momentos com os Apóstolos não só para os confirmar na Fé mas para lhes dar indicações e conselhos do que havia a fazer depois da Sua Ascensão ao Céu.


(ama, comentário sobre Lc 24, 35-48, 31.03.2016)

Leitura espiritual

LA INMORTALIDAD DEL ALMA


LIBRO ÚNICO [1]


XIII



El alma no se puede transformar en cuerpo.



20. Aquí quizá nazca algún otro problema: a ver si así como el alma no puede perecer tampoco se pueda transformar en una esencia inferior.
En efecto, puede parecerle a cualquiera, y no sin razón, que por esta argumentación se ha demostrado que el alma no puede llegar a la nada, pero que tal vez se pueda transformar en cuerpo.

Si lo que antes era alma se hubiese hecho cuerpo, no por cierto dejaría de existir del todo. Pero esto no puede suceder, a menos que o el alma misma lo quiera o sea forzada por otro a serlo.
Sin embargo, no se sigue de inmediato que el alma pueda ser cuerpo ya sea que ella misma lo haya querido, ya sea que haya sido forzada a serlo. Lo lógico es que, si lo es, lo quiera así o sea forzada a ello; pero no se sigue que si lo quiere o es obligada lo sea realmente.

Ahora bien, el alma nunca querrá ser cuerpo.
Porque todo su impulso hacia el cuerpo es o para cuidarlo o para vivificarlo o para que se organice de un cierto modo, o para cuidarlo de alguna manera.
Ahora bien, nada de esto puede hacer si no es superior al cuerpo.
Pero si es cuerpo, en realidad no será superior al cuerpo.
Por consiguiente, el alma no querrá ser cuerpo.
Y no hay argumento alguno más cierto sobre este asunto que cuando el alma se interroga de esto a sí misma.
De esta manera, pues, el alma comprueba fácilmente que no tiene ningún impulso si no es o para hacer, o saber, o sentir algo, o tan sólo para vivir en cuanto esto depende de ella.


21. Pero si el alma es forzada a ser cuerpo, ¿por quién pues lo podrá ser? Por un ser, que ciertamente sea más poderoso.
Luego no puede serlo por el mismo cuerpo; pues de ninguna manera se puede dar un cuerpo mas poderoso que un alma.
Por otra parte, un alma más poderosa no podría forzar hacia algo, si no es a aquel ser que está sujeto a su poder; ni en modo alguno un alma está sujeta al poder de otra, si no por sus pasiones.
Luego esa alma no puede forzar a otra más que cuanto se lo permiten las pasiones de ésta a la que fuerza.
Pero hemos dicho que el alma no puede tener deseo de ser cuerpo. También es evidente que el alma no llega a ninguna satisfacción de su deseo cuando pierde todo deseo; ahora bien, cuando se hace cuerpo lo pierde, luego el alma no puede ser forzada a hacerse cuerpo por otro ser que no tiene facultad para obligar sino en cuanto se lo permiten las pasiones de su sometida.
Finalmente, toda alma que tiene a otra en su poder, necesariamente quiere más tener bajo su poder a ésta que no un cuerpo, y la quiere atender con bondad o mandar con malicia.
Por eso no querrá que se convierta en cuerpo.

22. En fin, esta alma que fuerza o bien es un ser animado o bien carece de cuerpo. Pero si carece de cuerpo, no existe en este mundo, y si es así es sumamente buena y no puede desearle otra tan torpe trasmutación.
Mas si es un ser animado, o también es un ser animado aquélla a la que fuerza o no lo es. Pero si no lo es, para nada puede ser forzada por otra.
En efecto, no hay alma más poderosa que la que existe en grado máximo.
Mas si existe en un cuerpo, asimismo es forzada por medio de un cuerpo por otra que existe en un cuerpo, a cualquier cosa que sea forzada. Mas, ¿quién puede dudar que de ningún modo se puede hacer una tan grande trasmutación en el alma por medio de un cuerpo? Sería posible, pues, esto, si el cuerpo fuese más poderoso que el alma; aunque cualquiera sea aquello a lo que el alma es forzada por el cuerpo, justamente lo es no por medio de un cuerpo, sino por medio de sus pasiones, acerca de las cuales ya se ha dicho bastante.
Ahora bien, lo que es superior al alma racional, según unánime afirmación, es Dios. ÉL por cierto cuida del alma y por eso el alma no puede ser forzada por ÉL a transformarse en cuerpo.


XIV


La fuerza del alma no la puede menoscabar ni el sueño ni ninguna afección semejante del cuerpo.


23. Si, pues, el alma no consiente transformarse en cuerpo ni por propia voluntad ni forzada por otro, ¿de dónde puede consentirlo? ¿Quizá porque muchas veces, a pesar nuestro, nos oprime el sueño, se ha de temer que por alguna deficiencia así, pueda ser convertida el alma en cuerpo? ¡ Cómo si realmente porque nuestros miembros se marchitan por el sueño, por eso de algún modo el alma se pudiera hacer más débil!
Tan sólo no siente las cosas sensibles, porque cualquier cosa sea la que produce el sueño, es propia del cuerpo y opera en el cuerpo; porque tal cambio está ordenado según la naturaleza para el descanso del cuerpo de los trabajos; sin embargo, este cambio no quita al alma la capacidad de sentir o de entender. Porque no sólo tiene de inmediato presentes las imágenes de las cosas sensibles con tan grande expresión de semejanza, que no es posible en ese mismo tiempo distinguirlas de aquellas cosas de las que son imágenes; sino también, si entiende algo, eso mismo es igualmente verdadero para cuando duerme como para cuando está en vigilia.
En efecto, si durante el sueño, por ejemplo, a uno le hubiese parecido haber disputado y haber seguido en la disputa razones verdaderas, habrá aprendido algo; y ya despierto también esas mismas razones permanecen en él inmutables, aunque se compruebe que son falsas las demás cosas, como ser el lugar en el que se realizara la disputa, la persona con la que se disputara, y las palabras mismas en cuanto al sonido con las que se creía discutir, y otras cosas por el estilo, que también se sienten y realizan con los mismos sentidos cuando despiertos y, sin embargo pasan y nunca obtienen la presencia estable de las verdaderas razones.

De lo cual se concluye que por tal cambio de estado en el cuerpo, cual es el sueño, no se puede menguar la vida propia del alma, sino sólo el uso que la misma tiene del cuerpo.


XV


Nuevo argumento que prueba que el alma no puede transformarse en cuerpo.



24. Por último, si la unión del alma y del cuerpo no es local aunque el cuerpo ocupe un lugar, el alma recibe antes que el cuerpo, y no sólo antes sino más que el cuerpo, la impresión de estas razones sublimes y eternas cuya existencia es inmutable y que ciertamente no están contenidas en el espacio. En efecto, tanto antes el alma es impresionada por estas verdades cuanto les es más cercana, y por la misma razón tanto más, cuanto superior al cuerpo; ni esta cercanía es acercamiento de lugar, sino de orden de naturaleza.
Pues en virtud de este orden se entiende que aquella suprema esencia por medio del alma otorga al cuerpo la forma, por la cual éste es en la medida en que es.
El cuerpo subsiste a causa del atina y por ella misma es animado, ya sea universalmente como el mundo, ya sea particularmente como cada uno de los vivientes dentro del mundo. Por lo cual era lógico que el alma se hiciera cuerpo por el alma y que en absoluto pudiera ser de otra manera.
Mas como esto no sucede, permaneciendo por cierto el alma en aquello que la constituye alma, el cuerpo subsiste por ésta que le otorga la forma y sin que ella la pierde.
El alma, pues, no se puede convertir en cuerpo. Si, en efecto, el alma no comunicara al cuerpo la forma que ella recibe del Supremo Bien, el cuerpo no existiría por medio de ella, y si no existiese por medio de ella, o no existiría en absoluto, o él recibiría tan inmediatamente su forma como el alma; pero el cuerpo no sólo existe, sino también si recibiese tan inmediatamente la existencia como el alma, sería de la misma naturaleza que el alma: pues esto interesa; puesto que si el alma es superior al cuerpo es porque ella recibe su forma más inmediatamente que el cuerpo.
Ahora bien, el cuerpo la recibiría de una manera también tan inmediata, si no la recibiese por medio del alma: puesto que, no habiendo ningún intermediario, seguramente recibiría su forma tan inmediatamente.
No se encuentra nada que esté entre la Suprema Vida, Sabiduría y Verdad inmutable, y el último ser que es vivificado, esto es el cuerpo, a no ser el alma que lo vivifica.
Si el alma trasmite al cuerpo la forma, para que sea cuerpo en la medida en que es cuerpo, por cierto dándole la forma ella no la pierde. Ahora bien, la perdería si se transformara en cuerpo. El alma, pues, no se puede convertir en cuerpo ni por su propia potencia, porque el cuerpo no subsiste sino en cuanto ella subsiste como alma; ni tampoco puede llegar a ser cuerpo por la potencia de otra alma, porque el cuerpo no se hace sino por transmisión de la forma por medio del alma, y el alma no se transformaría en cuerpo sino perdiendo su forma, si este cambio fuese posible.


XVI


Tampoco el alma racional puede transformarse en alma irracional. El alma está toda entera en el cuerpo todo entero y en cada una de sus partes.


25.-Se puede decir del alma o de la vida irracional también esto: que el alma racional tampoco puede transformarse en alma irracional.
En efecto, el alma irracional si no fuese de un orden inferior a aquel del alma racional, recibiría de manera igual el ser y le sería idéntica. Así pues, siguiendo el orden natural, los seres más poderosos trasmiten a los seres más débiles la forma que ellos han recibido de la Esencia Suprema; y cuando la trasmiten ellos no la pierden. Estos seres más débiles existen, en la medida en que existen, porque la forma por la que existen les es trasmitida por seres más poderosos, que por lo mismo que son más poderosos son también más excelentes.
Ahora bien, esta excelencia no les ha sido otorgada como potencia de una masa más grande sobre masas más pequeñas, sino que estas naturalezas más poderosas son más excelentes por una misma forma sin tener volumen alguno en el espacio. En este orden el alma es más poderosa y más noble que el cuerpo; y, puesto que el cuerpo subsiste por el alma, como lo hemos dicho, ella no se puede transformar de ningún modo en cuerpo. En efecto, el cuerpo no existe sino recibiendo la forma por intermedio del alma.
Ahora bien, para que el alma pudiera llegar a ser cuerpo, sería necesario no que recibiese una forma nueva sino que perdiera la suya propia; por eso, pues, no puede convertirse en cuerpo a no ser que quizá esté encerrada en el espacio y se la una localmente al cuerpo. Porque si ello fuese así, podría ser que una masa más grande pudiese hacer tomar al alma, aunque más excelente, su naturaleza inferior, como se ve que un viento mayor extiende una llama menor. Pero ello no es así. En realidad toda masa que ocupa un lugar, no existe toda entera en cada una de sus partes, sino en la totalidad. Por lo cual, una de sus partes está en un lugar y otra en otro. El alma, por el contrario, no está sólo presente en toda la masa del cuerpo que anima, sino que también está presente al mismo tiempo toda entera en cada una de sus partes más pequeñas. En efecto, ella siente toda entera la impresión que recibe una parte del cuerpo, y, sin embargo, no la siente en el cuerpo todo entero. Así cuando el pie sufre, el ojo mira, la lengua habla y las manos se allegan.
Ahora bien, esto no sucedería si lo que del alma hay, no estuviese en aquellas partes, y si no sintiera el dolor del pie herido; ni podría sentir lo que ha pasado en ese miembro si está ausente. Porque, en fin no es creíble que ello suceda por medio de algún mensajero que anuncia lo que no siente, porque la impresión que se da no recorre la continuidad de la masa del cuerpo, para advertir de su presencia a las demás partes del alma que existen en distintos lugares; sino que el alma toda siente lo que pasa en esa parte del pie y lo siente sólo allí donde sucede.
Luego el alma que siente toda entera al mismo tiempo en cada una de las partes del cuerpo, está presente toda entera al mismo tiempo en cada una de esas partes. Sin embargo, no está presente toda entera como la blancura u otra cualidad por el estilo que está toda entera en cada parte del cuerpo.
Porque si el cuerpo experimenta en una parte una alteración de la blancura, esta alteración puede no afectar en nada la blancura que está en otra parte. Por lo cual, es evidente que esta blancura está disgregada en partes de acuerdo a la disgregación de partes de la masa.
Mas que así no sucede en el alma se demuestra por la sensación de la que acabamos de hablar.

Santo Augustin de Hipona









[1] Escrito el año 387 de Cristo. Contiene este libro el conjunto de razones sobre la inmortalidad del alma, así como la solución de las dificultades que se presentan.

Tratado da vida de Cristo 198

Os sacramentos em geral 

Questão 62: Do efeito principal dos Sacramentos, que é a graça.

 Art. 3. — Se os sacramentos da lei nova contêm a graça.

O terceiro discute-se assim. — Parece que os sacramentos da lei nova não contêm a graça.

1. — Pois, o conteúdo está incluído no continente. Ora, a graça não a inclui o sacramento, nem como sujeito, porque o sujeito da graça não é o corpo, mas o espírito; nem como um vaso, porque um vaso é um local móvel como diz Aristóteles, e ocupar um lugar não o pode o acidente. Logo, parece que os sacramentos da lei nova não contêm a graça.

2. Demais. — O fim dos sacramentos é nos tornar possível a consecução da graça. Ora, a graça, sendo um acidente não pode passar de um sujeito para outro. Logo, nela seria a graça sacramental.

3. Demais. — O espiritual não pode ser contido pelo corporal, mesmo se nele estiver; assim, a alma não é contida pelo corpo, mas, antes, contém o corpo. Logo, parece que a graça, sendo de natureza espiritual, não está contida num sacramento corporal.

Mas, em contrário, Hugo de S. Vitor diz que o sacramento, por santificação, contém a graça invisível.

De muitos modos podemos dizer que um ser está noutro; e desses, há dois pelos quais a graça está no sacramento. Primeiro por serem eles sinais; pois, um sacramento é sinal da graça. Depois, por serem causa; pois, como dissemos, o sacramento da lei nova é causa instrumental da graça. Donde, a graça existe nos sacramentos da lei nova, não por semelhança específica, como o efeito está contido na causa unívoca; nem ainda segundo nenhuma forma própria e permanente, proporcionada a tal efeito, como se dá com os efeitos nas causas não unívocas, por exemplo, no caso das causas geradas, que estão no sol; mas segundo uma certa virtude instrumental, cujo ser é natureza transitiva e incompleta, como a seguir se dirá.

DONDE A RESPOSTA À PRIMEIRA OBJECÇÃO. — Não se diz que a graça está no sacramento como no sujeito; nem como num vaso, enquanto é este uma espécie de lugar. Mas no sentido em que dizemos ser um vaso um instrumento com que fazemos uma obra, conforme a Escritura: Cada um tem na sua mão um instrumento de morte.

RESPOSTA À SEGUNDA. — Embora o acidente não passe de um sujeito para outro passa, contudo, de certo modo, da causa para o sujeito, mediante o instrumento. Não que de maneira idêntica existe em ambos, mas em cada um de modo próprio.

RESPOSTA À TERCEIRA. — O espiritual existente de maneira perfeita em outro ser, contém-no e não é contido por este. Ora, a graça está no sacramento como um ser transitivo e incompleto. E por isso não é inexacto dizer-se que o sacramento contém a graça.

Nota: Revisão da versão portuguesa por ama.



Pequena agenda do cristão

DOMINGO



(Coisas muito simples, curtas, objectivas)



Propósito:
Viver a família.

Senhor, que a minha família seja um espelho da Tua Família em Nazareth, que cada um, absolutamente, contribua para a união de todos pondo de lado diferenças, azedumes, queixas que afastam e escurecem o ambiente. Que os lares de cada um sejam luminosos e alegres.

Lembrar-me:
Cultivar a Fé

São Tomé, prostrado a Teus pés, disse-te: Meu Senhor e meu Deus!
Não tenho pena nem inveja de não ter estado presente. Tu mesmo disseste: Bem-aventurados os que crêem sem terem visto.
E eu creio, Senhor.
Creio firmemente que Tu és o Cristo Redentor que me salvou para a vida eterna, o meu Deus e Senhor a quem quero amar com todas as minhas forças e, a quem ofereço a minha vida. Sou bem pouca coisa, não sei sequer para que me queres mas, se me crias-te é porque tens planos para mim. Quero cumpri-los com todo o meu coração.

Pequeno exame:

Cumpri o propósito que me propus ontem?