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07/04/2015

Fortes e pacientes: serenos

Se, por teres o olhar fixo em Deus, souberes manter-te sereno no meio das preocupações; se aprenderes a esquecer as ninharias, os rancores e as invejas; pouparás muitas energias, que te fazem falta para trabalhar com eficácia, em serviço dos homens. (Sulco, 856)

Quem sabe ser forte não se deixa invadir pela pressa de conquistar logo o fruto da sua virtude; é paciente. A fortaleza leva-nos realmente a saborear a virtude humana e divina da paciência. Mediante a vossa paciência, possuireis as vossas almas (Lc XXI, 19). A posse da alma exprime-se na paciência, que, na verdade, é raiz e custódia de todas as virtudes. Nós possuímos a alma com a paciência, porque, aprendendo a dominar-nos a nós mesmos, começamos a possuir aquilo que somos. E é esta paciência que nos leva também a ser compreensivos com os outros, persuadidos de que as almas, como o bom vinho, melhoram com o tempo.


Fortes e pacientes: serenos. Mas não com a serenidade daquele que compra a tranquilidade pessoal à custa de se desinteressar dos seus irmãos ou da grande tarefa, que corresponde a todos, de difundir ilimitadamente o bem por todo o mundo. Serenos, porque há sempre perdão, porque tudo tem remédio, menos a morte, e, para os filhos de Deus, a morte é vida. Serenos, ainda que seja só para poder actuar com inteligência: quem conserva a calma está em condições de reflectir, de estudar os prós e os contras de cada problema, de examinar judiciosamente os resultados das acções previstas. E depois, sossegadamente, pode intervir com decisão. (Amigos de Deus, 78–79).

2015.04.07








O que pode ver hoje em NUNC COEPI




Fortes e pacientes: serenos - S. Josemaria – Textos

Evangelho, comentário, Leit espiritual (A imortalidade da alma) - A imortalidade da alma - Santo Agostinho, AMA - Comentários ao Evangelho Jo 20 11-18, Santo Agostinho

Temas para meditar - 411 - Amor, São João Paulo II

Tratado do verbo encarnado 144 - Suma Teológica - Tratado do Verbo Encarnado - Quest 24 - Art 2, São Tomás de Aquino

Bento VXI – Pensamentos espirituais 45 - Bento XVI - Pensamentos espirituais


Pequena agenda do cristão - Agenda Terça-Feira


Evangelho, comentário, Leit espiritual (A imortalidade da alma)


Terça Feira da oitava da Páscoa


Evangelho: Jo 20 11-18

11 Entretanto, Maria estava da parte de fora do sepulcro a chorar. Enquanto chorava, inclinou-se para o sepulcro 12 e viu dois anjos vestidos de branco, sentados no lugar onde fora posto o corpo de Jesus, um à cabeceira e outro aos pés. 13 Eles disseram-lhe: «Mulher, porque choras?». Respondeu-lhes: «Porque levaram o meu Senhor e não sei onde O puseram». 14 Ditas estas palavras, voltou-se para trás e viu Jesus de pé, mas não sabia que era Jesus. 15 Jesus disse-lhe: «Mulher, porque choras? A quem procuras?». Ela, julgando que era o hortelão, disse-Lhe: «Senhor, se tu O levaste, diz-me onde O puseste; eu irei buscá-l'O». 16 Jesus disse-lhe: «Maria!». Ela, voltando-se, disse-Lhe em hebreu: «Rabboni!», 17 Jesus disse-lhe: «Não Me retenhas, porque ainda não subi para Meu Pai; mas vai a Meus irmãos e diz-lhes que subo para Meu Pai e vosso Pai, para Meu Deus e vosso Deus». 18 Foi Maria Madalena anunciar aos discípulos: «Vi o Senhor!», e as coisas que Ele lhe disse.

Comentário:

A sensibilidade feminina fica bem patente neste trecho do Evangelho de São João. Perante as situações mais difíceis e incompreensíveis a mulher reage com o coração.

Maria sabe que o Senhor jaz no sepulcro mas tem de verificar com os seus olhos se tudo está em ordem que não profanaram ou se, de algum modo, o ódio demonstrado pelos seus inimigos durante a Paixão não se reacendera contra o Seu corpo morto.

Mas os, soldados que guardam o sepulcro? E a pedra enorme que sela a entrada?

Isso são pormenores que não a detêm porque o seu amor pelo Mestre continua bem vivo. Tem de O ver nem que seja uma última vez!

E, de facto, o Senhor recompensará essa demonstração de amor.

(ama, comentário sobre Jo 20, 11-18, 2013.04.02)

Leitura espiritual


LA INMORTALIDAD DEL ALMA

SAN AGUSTIN, OBISPO DE HIPONA



LIBRO ÚNICO [1]


IV


El arte y los principios de las matemáticas son inmutables y no pueden existir sino en un alma que vive.


5. Entonces si algo permanece inmutable en el alma, y esto a su vez no puede subsistir sin vida, también es necesario que una vida permanezca sempiterna en el alma.
Esto sucede precisamente de manera que si se da lo primero, necesariamente también debe darse lo segundo; pero lo primero es cierto.

En efecto, dejando de lado otras cosas, ¿quién se atrevería a afirmar que la relación de los números es mudable o que todo arte no está constituido por esta relación? o ¿que el arte no está en el artífice, aun cuando no lo ejerza? o ¿que su existencia no puede darse en el alma, o que puede existir en donde no hay vida? o ¿que lo que es inmutable puede alguna vez no existir? o ¿que una cosa es el arte y otra la relación?


Aunque, pues, se diga que un solo arte es como un conjunto de relaciones, con todo se puede decir también de un modo certísimo y entender el arte como una única relación.
Pero, ya sea esto, ya sea aquello, no menos se sigue que el arte es inmutable, que no sólo existe en el alma del artífice como es evidente, sino también que no existe en ninguna otra parte a no ser en el alma y esto de una manera inseparable.

Puesto que si el arte se pudiera separar del alma, o bien existiría fuera del alma, o bien no existiría en ninguna parte, o pasaría continuamente de alma en alma.
Pero como, por otra parte, la sede del arte necesariamente debe ser un ser con vida, así también la vida con la razón es exclusivamente propia del alma.
En fin, lo que existe debe existir e n alguna parte, y lo que es inmutable no puede dejar de existir en ningún momento.

Si, por el contrario, el arte pasa de alma en alma, dejando ésta para habitar en aquélla, nadie enseñaría un arte sino perdiéndolo, y también nadie se haría hábil en un arte a no ser o por el olvido del que lo enseria o por su muerte.

Si, pues, estas cosas son absurdísimas y del todo falsas, como efectivamente lo son, el alma humana necesariamente es inmortal.


6. Pero si sucede que el arte unas veces existe en el alma y otras no, como bien lo prueban el olvido y la ignorancia, la contextura de este argumento no aporta ninguna prueba en favor de la inmortalidad del alma, a menos que se niegue lo anterior del siguiente modo: o hay algo en el alma que no está en el pensamiento actual, o en un alma instruida no se encuentra el arte de la música cuando ésta piensa en la geometría únicamente.

Esto último es falso, luego lo primero es verdadero.

Pero el alma no siente que posee algo, sino lo que le, haya venido al pensamiento.
Por consiguiente puede haber en el alma algo que ella misma no sienta que existe en ella.
Mas por cuanto tiempo sea esto no interesa; porque si el alma se hallare ocupada en otras cosas por más tiempo del que puede fácilmente volver su intención sobre sus pensamientos anteriores, se produce lo que se llama el olvido o la ignorancia.

Pero cuando razonamos con nosotros mismos o cuando otra persona nos ha interrogado de una manera conveniente sobre cualquiera de las artes liberales, las cosas que descubrimos no las encontramos en otra parte sino en nuestra propia alma; y no es lo mismo descubrir que hacer o crear; porque de lo contrario el alma con un descubrimiento temporal crearía cosas eternas, puesto que ella a menudo encuentra en sí cosas eternas.

En efecto, ¿qué tan eterno como la razón del círculo, o qué otra cosa propia de artes semejantes se puede concebir que alguna vez ha podido o que podrá no existir?

Queda, pues, claro que el alma humana es inmortal y que subsisten en sus secretos todas las verdaderas razones de las cosas, aunque, sea por ignorancia, sea por olvido parezca o que no las posee o que las ha perdido.


V


El alma no está así sujeta al cambio de modo que deje de existir.


7. Mas veamos ahora hasta dónde se pueda admitir el cambio que experimenta el alma.

Si, en efecto, existiendo el arte en un sujeto, este sujeto es el alma, y si no puede experimentar cambio alguno el sujeto sin que también lo experimente lo que existe en el sujeto, ¿cómo podemos establecer que son inmutables el arte y la razón, si se prueba que está sujeta al cambio el alma en la que existen?
¿Qué cambio, pues, puede haber mayor que el que se suele realizar en los contrarios, y quién niega que el alma, dejando de lado otros casos, es unas veces necia, otras, por el contrario, sabia?
Entonces consideremos primero de cuántos modos se puede admitir este cambio que se predica del alma.
De estos modos de cambiar el alma, según opino, solamente nos son más evidentes y más claros dos en cuanto al género, pero se pueden enumerar muchos en cuanto a la especie.

En efecto, se dice que el alma cambia o según las pasiones del cuerpo, o según las suyas propias.

Según las pasiones del cuerpo: el cambio se realiza en el alma por las edades, las enfermedades, los dolores, los malestares, las ofensas, los goces; según las suyas propias: por el desear, el alegrarse, el temer, el enojarse, el estudiar, el aprender.


8. Todos estos cambios si no constituyen un argumento necesario de que el alma muera, los mismos en nada realmente han de ser temidos por sí, considerados separadamente; pero hay que examinar si no se oponen a nuestra doctrina, por la que establecimos que, habiéndose mudado el sujeto, de modo necesario experimenta cambio todo lo que existe en él.

Pero la verdad es que no se oponen.

Aquello se afirma según este cambio del sujeto por el cual éste es forzado cambiar absolutamente de nombre.
Puesto que si la cera pasa de algún modo del color blanco al negro, y si de la forma cuadrada pasa a la redonda, y de blanda se vuelve dura y de caliente llega a ser fría, no por eso es menos cera; ahora bien, estas cosas existen en un sujeto, y este sujeto es la cera.
Pero la cera permanece ni más ni menos cera, aun cuando aquellas cosas experimenten el cambio.
Síguese que puede hacerse un cierto cambio de aquellas cosas que existen en el sujeto y, sin embargo que este mismo sujeto según su esencia y su nombre no se cambie.

Con todo, si de aquellas cosas que existen en el sujeto, se hiciese un cambio tan profundo, de modo que aquel sujeto, que se suponía subyacer ya de ninguna manera se pudiese llamar tal, como por ejemplo cuando por el calor del fuego la cera se dispersa en el aire y experimenta tal cambio que claramente hace entender que ha sido cambiado el sujeto, que era cera y que ahora ya no es cera; de ningún modo se juzgaría con alguna razón que queda algo de aquellas cosas que existían en aquel sujeto porque hasta ahora era su sujeto.


9. Por lo tanto, si el alma es el sujeto, como dijimos más arriba, en el que existe la razón de una manera inseparable y con aquella necesidad también con que se demuestra que existe en un sujeto, si el alma no puede existir sino viva, si en ella la razón no puede existir sin la vida, y si la razón es inmortal, el alma, es inmortal.

Por cierto, la razón no podría permanecer al margen de todo cambio no existiendo de ninguna manera su propio sujeto.
Esto sucedería si le sobreviniera al alma un cambio tan profundo que la hiciera dejar de ser alma, esto es, la obligara a morir.

Mas ninguno de aquellos cambios, que se realizan ya sea por medio del cuerpo ya sea por medio del alma misma (no obstante ser un problema de no poca importancia, de si algunos de estos cambios son realizados por ella misma, esto es, que ella misma sea la causa de ellos), puede obrar de modo de hacer que el alma deje de ser alma. Luego, ya no han de ser temidos estos cambios, no sólo en sí mismos, sino también para nuestros razonamientos.


VI


La razón que es inmutable, ya exista en el alma, ya con el alma, ya el alma exista en la razón, no se puede separar de la misma e idéntica alma.


10. Por consiguiente, veo que nos debemos aplicar con todas las fuerzas del raciocinar para saber qué es la razón y de cuántas maneras se puede definir a fin de que aparezca evidente la inmortalidad del alma según todas sus modalidades.

La razón es la visión del alma con la cual ésta por sí misma y no por medio del cuerpo intuye la verdad; o bien es la contemplación de la verdad no realizada por medio del cuerpo, o bien es la verdad misma que es contemplada.

Nadie puede dudar que la razón en el primer caso subsiste en el alma; con respecto al segundo y tercero se puede investigar; con todo, en el segundo caso tampoco puede subsistir sin el alma.
En cuanto al tercero se presenta un grave problema: si aquella verdad, que el alma intuye sin el auxilio del cuerpo, exista por sí misma y no exista en el alma, o si podría existir sin el alma.
Pero de cualquier modo que sea, no podrá el alma por sí misma contemplar la verdad si no tuviese con ella alguna unión.
Puesto que todo lo que contemplamos o aprehendemos con el pensamiento, lo aprehendemos o con el sentido o con el entendimiento.
Pero aquello que es captado por el sentido es también sentido como existiendo fuera de nosotros y como contenido en el espacio, por lo cual se afirma que no puede ser percibido realmente.
Por el contrario, lo que es entendido, es entendido no como puesto en otra parte, sino como el alma misma que entiende, puesto que es entendido al mismo tiempo como no contenido en el espacio.

(cont)


Pequena agenda do cristão

TeRÇa-Feira


(Coisas muito simples, curtas, objectivas)


Propósito:
Aplicação no trabalho.

Senhor, ajuda-me a fazer o que devo, quando devo, empenhando-me em fazê-lo bem feito para to poder oferecer.

Lembrar-me:
Os que estão sem trabalho.

Senhor, lembra-te de tantos e tantas que procuram trabalho e não o encontram, provê às suas necessidades, dá-lhes esperança e confiança.

Pequeno exame:

Cumpri o propósito que me propus ontem?



Tratado do verbo encarnado 144

Questão 24: Da predestinação de Cristo

Art. 2 — Se é falsa a proposição – Cristo, enquanto homem, foi predestinado para Filho de Deus.

O segundo discute-se assim — Parece falsa a proposição: Cristo, enquanto homem, foi predestinado para Filho de Deus.

1. — Pois, cada qual foi predestinado para um determinado tempo porque a predestinação de Deus não falha. Se, portanto, Cristo, enquanto homem, foi predestinado para Filho de Deus, resulta que é Filho de Deus, enquanto homem. Ora, isto é falso. Logo, também a primeira proposição.

2. Demais. — O que convém a Cristo, enquanto homem, convém a qualquer homem, pois, ele é da mesma espécie que os outros homens. Se, pois, Cristo, enquanto homem, foi predestinado Filho de Deus, resulta que isso também cabe a qualquer homem. Ora, tal é falso. Logo, também a primeira proposição.

3. Demais. — O que se fará no tempo foi predestinado abeterno. Ora, a proposição — O Filho de Deus foi feito homem — é mais verdadeira que a outra — O homem foi feito filho de Deus. Logo, a proposição — Cristo, enquanto Filho de Deus foi predestinado para ser homem — é mais verdadeira que a sua inversa — Cristo, enquanto homem, foi predestinado para Filho de Deus.

Mas, em contrário, Agostinho: Dizemos que foi predestinado o próprio Senhor da glória, por ter sido feito homem o Filho de Deus.

Na predestinação podemos considerar duas coisas. Uma, relativa à própria predestinação eterna; que, então, implica uma certa anterioridade relativa ao suposto da predestinação. Noutro sentido, pode ser considerada quanto ao seu efeito temporal, dom gratuito de Deus. Donde, devemos concluir que, de ambos estes modos a predestinação é atribuída a Cristo em razão da natureza humana. Pois, a natureza humana nem sempre esteve unida ao Verbo; e também lhe foi conferido pela graça, que se unisse à pessoa do Filho de Deus. E portanto, só em razão da natureza humana é que a predestinação convém a Cristo. Donde o dizer Agostinho: Uma elevação tão grande, tão alta e tão sublime foi predestinada à natureza humana, que não podia, assim, ser mais exaltada. Ora, dizemos que convém a alguém, enquanto homem, o que lhe convém em razão da natureza humana. Donde, pois, devemos concluir, que Cristo, enquanto homem, foi predestinado para Filho de Deus.

DONDE A RESPOSTA À PRIMEIRA OBJECÇÃO. — Na proposição — Cristo, enquanto homem, foi predestinado para Filho de Deus — a restrictiva — enquanto homem, pode referir-se ao acto significado pelo particípio, de dois modos. — Primeiro, quanto ao que está materialmente incluído na predestinação. E então é falsa. Pois, o sentido é: ter sido predestinado que Cristo, enquanto homem fosse Filho de Deus. E neste sentido a objecção colhe. De outro modo, pode referir-se à razão mesma do acto; isto é, enquanto a predestinação implica, por natureza, anterioridade e efeito GRATUITO. E, neste sentido, a predestinação convém a Cristo em razão da natureza humana, como se disse; é considerado então predestinado, enquanto homem.

RESPOSTA À SEGUNDA. — Uma causa pode convir a um homem, em razão da natureza humana, de dois modos. — Primeiro, por ser dela a causa a natureza humana; assim a faculdade de rir convém a Sócrates em razão da natureza humana, de cujos princípios procede essa faculdade. E, neste sentido, ser predestinado não convém a Cristo nem a nenhum homem, em razão da natureza humana. Neste sentido, pois, procede a objecção. — De outro modo, dizemos que uma causa convém a alguém, em razão da natureza humana, quando a natureza humana é susceptível de tal causa. E então dizemos que Cristo foi predestinado em razão da natureza humana porque a predestinação se refere à exaltação da natureza humana em Cristo, como dissemos.

RESPOSTA À TERCEIRA. — O Verbo de Deus assumiu a natureza humana de um modo tão inefavelmente singular, que simultaneamente se chamassem Deus — o filho do homem por causa da natureza humana assumida; e o Filho de Deus, por causa do Unigénito, assumente — como diz Agostinho. E portanto, como essa assunção se inclui na predestinação, como gratuita, podemos dizer tanto que o Filho de Deus foi predestinado para ser homem, como que o foi o Filho do Homem, para ser Filho de Deus. Mas, como não foi ao Filho de Deus a graça de ser homem, mas antes, à natureza humana, para que se unisse ao Filho de Deus, podemos mais propriamente dizer, que Cristo, enquanto homem, foi predestinado para ser Filho de Deus, do que: Cristo, enquanto Filho de Deus, foi predestinado para ser homem.

Nota: Revisão da versão portuguesa por ama.


Temas para meditar - 411


Falta de amor


Falta de amor é ceder à indiferença e ao cepticismo; falta de amor é tornar-se escravos da droga e da sensualidade desordenada; falta de amor é entregar-se a organizações que se baseiam na violência e que actuam na ilegalidade e na prepotência.



(btº joão paulo ii, Discurso aos jovens em Foggia, Itália, 1987.05.24)

Bento VXI – Pensamentos espirituais 45

Lex credendi



Acreditar, com efeito, consiste sobretudo em confiar em Deus que nos conhece e ama e em acolher a verdade que o Pai nos revelou em Cristo, numa atitude que nos leva a confiar nele, que nos revela o Pai. Apesar das nossas fraquezas e dos nossos pecados, Ele ama-nos e este seu amor dá sentido à nossa vida e à vida do mundo.


(Discurso aos bispos nomeados durante o ano transacto O9.Set.05)


(in “Bento XVI, Pensamentos Espirituais”, Lucerna 2006)