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11/09/2014

A transfiguração do Senhor

O Céu. "Nem olho algum viu, nem ouvido algum ouviu, nem passaram pelo pensamento do homem as coisas que Deus preparou para aqueles que O amam". Não te incitam à luta estas revelações do Apóstolo? (Caminho, 751)

E transfigurou-Se diante deles. E o Seu rosto ficou refulgente como o Sol e as Suas vestes tornaram-se brancas como a neve (Mt 17, 2).
Jesus: ver-Te, falar contigo! Permanecer assim, contemplando-Te; abismado na imensidade da Tua formosura, e nunca, mais deixar de Te contemplar! Ó Cristo, quem Te pudesse ver! Quem Te visse, para ficar ferido de amor por Ti!
E eis que da nuvem uma voz dizia: Este é o meu Filho dilecto em quem pus toda a minha complacência: ouvi-O (Mt 17, 5).
Senhor nosso, aqui nos tens, dispostos a escutar tudo o que nos quiseres dizer. Fala-nos; estamos atentos à Tua voz. Que as Tuas palavras, caindo na nossa alma, inflamem a nossa vontade, para que se lance fervorosamente a obedecer-Te!
Vultum tuum, Domine, requiram (S 26,8) – buscarei, Senhor, o Teu rosto. Encanta-me cerrar os olhos, e considerar que chegará o momento – quando Deus quiser – em que poderei vê-lo, não como num espelho, e sob imagens obscuras…, mas face a face (1 Cor 13, 12). Sim, o meu coração está sedento do Deus, do Deus vivo; quando irei e verei a face de Deus? (S 41, 3). (Santo Rosário. 4. º Mistério luminoso)


Reflectindo - 37

Confiança


Como confiar se estou “preso” a tantas coisas, convenções, hábitos, desejos de ter e possuir? Efectivamente não me sobra muito espaço para a confiança.


AMA Reflexões, 2010

Temas para meditar 233


Caridade

O fogo que Jesus trouxe à terra é Ele próprio, é a Caridade: esse amor que não só une a alma a Deus, como as almas entre si (...). E em cada cidade estas almas podem surgir nas famílias: pai e mãe, filho e pai, mãe e sogra; também se podem encontrar nas paróquias, nas associações, nas sociedades humanas, nas escolas, nos escritórios, em qualquer parte (...). Cada pequena célula acesa por Deus em qualquer ponto da terra propagar-se-á necessariamente. Logo, a Providência distribuirá estas chamas, estas almas-chamas, onde julgue oportuno, a fim de que em muitos lugares o mundo seja restaurado ao calor do amor de Deus e volte a ter esperança.

(chiara lubichMeditaciones, nr. 59-60, trad ama)

Fuerza espiritual del pecado

Tanto en pecado como la gracia divina… son fuerzas espirituales, que desde luego, tienen o pueden tener una trascendencia material, pero tanto el pecado como la gracia divina, son fuerzas negativas el pecado y positivas las gracias divinas, dentro del orden superior del espíritu. El pecado y la gracia divina luchan en el interior de nuestra alma, para imponer cada una de ellas su hegemonía en nuestra alma. Es por ello, tal como ya hemos escrito en otra ocasión, que el capuchino, San Piero de Pieltrecina, decía que el alma humana es un campo de batalla entre Dios y el demonio.

En situación normal el demonio tendría todas las de perder, pero no siempre es así. En la mayoría de los casos, nosotros nos comportamos, estúpidamente como si fuésemos espectadores neutrales del combate que se celebra en nuestra propia alma, y sabiéndolo hacemos oídos sordos de que nos estamos jugando aque es nuestra eterna felicidad. Eso del fair play anglosajón, puede ser que sea muy correcto para las mentalidades protestantes desarrolladas en las brumas del norte, pero lo nuestro está más en línea, con la actitud del condestable francés Bertrand du Guesclin, que en la lucha fratricida sobre el trono de Castilla en 1367 entre Pedro el cruel y Enrique II de Trastamara, ayudó a este último y protestaron los partidarios de Pedro el cruel, a lo que, el Condestable francés contesto con una histórica frase: “Ni quito ni pongo rey pero ayudo a mi Señor”.  

Nosotros tenemos que ayudar a nuestro Señor, en la lucha que existe en nuestra alma. Es suicida por nuestra parte, permitir un fair play, El pecado como arma demoniaca nos acosa, y en nosotros está vencerlo con la fuerza de las divinas gracias, que siempre están a nuestra disposición, por medio de los canales de distribución de estas, que son los sacramentos.

Sobre el pecado escribe Jean Lafrance y nos dice: “El pecado se define en relación al amor de uno para con otro. No hay pecado si no existe otro, si Dios y nuestros hermanos no fuesen personas, no habría pecado ni culpable…. Si no existiese ese amor infinito de Dios para con nosotros, no existiría el pecado; descubrimos entonces que el fondo del misterio del pecado está constituido por nuestra ingratitud, nuestra indiferencia y nuestro endurecimiento frente a este amor. Por eso no nos queda más que invocar el artículo segundo: no somos conscientes de ello. Felizmente para nosotros, pues si estuviésemos lúcidos sería la condenación al infierno”.

Y es así, que todos sobre nosotros tenemos, una infinidad de pecados cometidos inconscientemente, pero nunca olvidemos que también tenemos sobre nuestras espaldas y conciencia ora multitud de pecados conscientemente cometidos y que si no fuese por la infinita misericordia de Dios en el sacramente de la reconciliación, al abandonar este mundo nos iríamos de cabeza al infierno. ¡Bien de acuerdo!, los pecados nos han sido perdonados y jamás el Señor, nos va a echar en caro que fuimos pecadores. Pero si conviene que  nos acordemos de nuestros pasados pecados, porque ello nos proporcionará una saludable compunción. Que es algo, que no todo el mundo practica.

La diferencia que media entre contrición o arrepentimiento y compunción o remordimiento, estriba en que con la contrición, se restablece el nivel de gracias divinas existentes anteriormente a la comisión del pecado. Con la compunción se abren las puertas de nuestra alma para recibir un mayor número de gracias, que nos proporciona el dolor de nuestro remordimiento. La compunción, es una predisposición que obtenemos para aumentar las gracias divinas, en razón del dolor que nos produce el remordimiento de nuestros pasados pecados.

Es un estado del alma, que al sentir esta, remordimiento y dolor por las faltas o pecados ya perdonados, se acerca más al amor a Dios, y ello la predispone a poder adquirir nuevas gracias que aumenten su nivel de vida espiritual, y consiguientemente, un mayor de defensas frente a las asechanzas demoniacas. La compunción es pues, es la puerta que se nos abre, al derribar nuestras barreras interiores, para llegar con más amor al encuentro con el Señor. Y este es el “animi cruciatus” o “compuctio cordis” que se nos menciona en el anterior parágrafo 1.431, del Catecismo de la Iglesia católica al decir este que: “La compunción perpetua, en la vida espiritual de un alma, es el mejor escudo y garantía de que ya no se volverá a recaer en el pecado de que se trate”

Volviendo a la naturaleza del pecado, es de ver, tal como escribe el obispo Fulton Sheen que: “Cada pecado tiene un doble elemento, material y formal. El elemento material del pecado consiste en su contenido o la materia de que está hecho, y esta siempre es buena. Nada hay en el universo visible que sea intrínsecamente malo. “Dios miró al mundo y vio que era bueno”. La bebida, la carne, el sexo, el oro el vino, son todas cosas buenas y por lo tanto deseables. Toda realidad al haber sido creado por Dios es hermosa y se halla penetrada por los divinos reflejos de sus atributos. El elemento formal del pecado es el abuso malvado y perverso de una buena cosa.

Es esta distorsión y este exagerado amor de algo lo que nos hace usarlo para un fin nocivo; transforma el amor por la carne en lujuria, el amor a la bebida en embriaguez, y el amor a la riqueza en avaricia. Es la incontinencia de la avaricia humana. No hay animal que coma o beba más de lo que le demandan las necesidades de su cuerpo material. Tampoco ningún animal copula por pura lujuria tal como lo hace el hombre. Ni tampoco viola los límites que Dios le  ha impuesto por medio de sus leyes naturales. 

Solo es el hombre que puede hacerlo porque está dotado del libre albedrío que Dios le otorga a cada uno de nosotros al tiempo de nuestro nacimiento. Todos sabemos que estamos aquí para superar una prueba de amor a Dios, para demostrarle que somos dignos de su amor a nosotros Y esto se realiza, de una sencilla forma, aceptando el infinito amor que el Él nos tiene y continuamente nos lo está demostrando. ¿Y cómo podemos demostrarle a Dios nuestro amor  a Él? Pues de una forma sencilla, no pecado que es tanto como decir cumpliendo con sus divinos preceptos.


juan del carmelo

Evang., Coment. Leit. Espiritual (Cong. Dout. da Fé Decl. Teologia da libertação)

Tempo comum XXIII Semana

Evangelho: Lc 6, 27-38

27 «Mas digo-vos a vós, que Me escutais: Amai os vossos inimigos, fazei bem aos que vos odeiam; 28 abençoai os que vos amaldiçoam, orai pelos que vos caluniam. 29 Ao que te ferir numa face, oferece-lhe também a outra. Ao que te tirar o manto, não o impeças de levar também a túnica. 30 Dá a todo aquele que te pede; e ao que leva o que é teu, não lho tornes a pedir. 31 O que quereis que vos façam os homens, fazei-o vós também a eles. 32 Se amais os que vos amam, que mérito tendes? Porque os pecadores também amam quem os ama. 33 Se fizerdes bem aos que vos fazem bem, que mérito tendes? Os pecadores também fazem o mesmo. 34 Se emprestardes àqueles de quem esperais receber, que mérito tendes? Os pecadores também emprestam aos pecadores, para que se lhes faça outro tanto. 35 Vós, porém, amai os vossos inimigos; fazei bem e emprestai sem daí esperardes nada; e será grande a vossa recompensa, e sereis filhos do Altíssimo, que é bom para com os ingratos e os maus. 36 Sede misericordiosos, como também vosso Pai é misericordioso. 37 Não julgueis e não sereis julgados; não condeneis e não sereis condenados; perdoai e sereis perdoados; 38 dai e dar-se-vos-á. Uma medida boa, cheia, recalcada e a transbordar vos será lançada nas dobras do vosso vestido. Porque, com a mesma medida com que medirdes para os outros, será medido para vós».

Comentário:

Este trecho de São Lucas fecha com algo lapidar e conclusivo que tem, apenas, uma interpretação: «com a mesma medida com que medirdes para os outros, será medido para vós».
Se cada um tiver bem presente estas palavras não fará outra coisa que o bem que é, definitivamente, o que deseja para si.

(ama, comentário sobre Lc 6, 27-38, Cascais, 2013.09.12)

Leitura espiritual


Documentos do Magistério

SAGRADA CONGREGAÇÃO PARA A DOUTRINA DA FÉ

INSTRUÇÃO
SOBRE ALGUNS ASPECTOS DA
TEOLOGIA DA LIBERTAÇÃO

INTRODUÇÃO

O Evangelho de Jesus Cristo é mensagem de liberdade e força de libertação. Esta verdade essencial tornou-se, nos últimos anos, objeto da reflexão dos teólogos, com uma nova atenção que, em si mesma, é rica de promessas.

A libertação é antes de tudo e principalmente libertação da escravidão radical do pecado. O seu objetivo e o seu termo é a liberdade dos filhos de Deus, que é dom da graça. Exige, por uma consequência lógica, a libertação de muitas outras escravidões, de ordem cultural, económica, social e política, que, em última análise, derivam todas do pecado e constituem outros tantos obstáculos que impedem os homens de viver segundo a dignidade própria. Discernir com clareza o que é fundamental e o que faz parte das consequências, é condição indispensável para uma reflexão teológica sobre a libertação.

Na verdade, diante da urgência dos problemas, alguns são levados a acentuar unilateralmente a libertação das escravidões de ordem terrena e temporal, dando a impressão de relegar para segundo plano a libertação do pecado e portanto praticamente não lhe atribuir a importância primordial que lhe compete. A apresentação dos problemas por eles proposta torna-se por isso confusa e ambígua. Outros, com a intenção de chegarem a um conhecimento mais exato das causas das escravidões que desejam eliminar, servem-se, sem a suficiente precaução crítica, de instrumentos de pensamento que é difícil, e até mesmo impossível, purificar de uma inspiração ideológica incompatível com a fé cristã e com as exigências éticas que dela derivam.

A Congregação para a Doutrina da Fé não pretende tratar aqui o vasto tema da liberdade cristã e da libertação em si mesmo. Propõe-se fazê-lo num documento posterior, no qual porá em evidência, de maneira positiva, toda a sua riqueza, tanto para a doutrina como para a prática.

A presente Instrução tem uma finalidade mais precisa e mais limitada: quer chamar a atenção dos pastores, dos teólogos e de todos os fiéis, para os desvios e perigos de desvio, prejudiciais à fé e à vida cristã, inerentes a certas formas da teologia da libertação que usam, de maneira insuficientemente crítica, conceitos assumidos de diversas correntes do pensamento marxista.

Esta advertência não deve, de modo algum, ser interpretada como uma desaprovação de todos aqueles que querem responder generosamente e com autêntico espírito evangélico à «opção preferencial pelos pobres”. Nem pode, de maneira alguma, servir de pretexto para aqueles que se refugiam numa atitude de neutralidade e de indiferença diante dos trágicos e urgentes problemas da miséria e da injustiça. Pelo contrário, é ditada pela certeza de que os graves desvios ideológicos que ela aponta levam inevitavelmente a trair a causa dos pobres. Mais do que nunca, convém que grande número de cristãos, com uma fé esclarecida e decididos a viver a vida cristã na sua totalidade, se empenhem, por amor a seus irmãos deserdados, oprimidos ou perseguidos, na luta pela justiça, pela liberdade e pela dignidade humana. Hoje mais do que nunca, a Igreja propõe-se condenar os abusos, as injustiças e os atentados à liberdade, onde quer que eles aconteçam e quaisquer que sejam seus autores, e lutar, com os seus próprios meios, pela defesa e promoção dos direitos do homem, especialmente na pessoa dos pobres.

I - UMA ASPIRAÇÃO

1. A poderosa e quase irresistível aspiração dos povos à libertação constitui um dos principais sinais dos tempos que a Igreja deve perscrutar e interpretar à luz do Evangelho. [1] Este fenómeno marcante de nossa época tem uma amplidão universal, manifesta-se porém em formas e em graus diferentes conforme os povos. È sobretudo entre os povos que experimentam o peso da miséria e entre as camadas deserdadas que esta aspiração se exprime com vigor.

2. Esta aspiração traduz a percepção autêntica, ainda que obscura, da dignidade do homem, criado «à imagem e semelhança de Deus” (Gen 1, 26-27), rebaixada e menosprezada por múltiplas opressões culturais, políticas, raciais, sociais e económicas, que muitas vezes se acumulam.

3. Ao revelar-lhes a sua vocação de filhos de Deus, o Evangelho suscitou no coração dos homens a exigência e a vontade positiva de uma vida fraterna, justa e pacífica, na qual cada pessoa possa encontrar o respeito e as condições da sua auto-realização espiritual e material. Esta exigência encontra-se, sem dúvida, na raiz da aspiração de que falamos.

4. Por consequência, o homem já não está disposto a sujeitar-se, passivamente ao peso esmagador da miséria, com suas sequelas de morte, doenças e depauperamento. Sente profundamente esta miséria como una intolerável violação da sua dignidade original. Muitos factores, entre os quais é preciso incluir o fermento evangélico, contribuíram para o despertar da consciência dos oprimidos.

5. Já não se ignora, mesmo nos segmentos da população ainda dominados pelo analfabetismo, que, graças ao maravilhoso progresso das ciências e das técnicas, a humanidade, em constante crescimento demográfico, seria capaz de assegurar a cada ser humano, um mínimo de bens exigidos pela sua dignidade de pessoa.

6. O escândalo das gritantes desigualdades entre ricos e pobres – quer se trate de desigualdades entre países ricos e países pobres, ou de desigualdades entre camadas sociais dentro de um mesmo território nacional – já não é tolerado. De um lado, atingiu-se uma abundância jamais vista até agora, que favorece o desperdício; e, de outro lado, vive-se ainda numa situação de indigência, marcada pela privação dos bens de primeira necessidade, de modo que já não se conta mais o número das vítimas da subnutrição.

7. A falta de equidade e de sentido de solidariedade nos intercâmbios internacionais reverte de tal modo em benefício dos países industrializados, que a distância entre ricos e pobres aumenta sem cessar. Daí o sentimento de frustração, entre os povos do Terceiro Mundo, e a acusação de exploração e de colonialismo económico lançada contra os países industrializados.

8. A recordação dos estragos causados por um certo tipo de colonialismo e de suas consequências aviva muitas vezes feridas e traumatismos.

9. A Sé Apostólica, na linha do Concílio Vaticano II, bem como as Conferências Episcopais, não têm cessado de denunciar o escândalo que constitui a gigantesca corrida armamentista que, além das ameaças que faz pesar sobre a paz, absorve enormes somas, uma parcela das quais seria suficiente para acudir às necessidades mais urgentes das populações privadas do necessário.

II - EXPRESSÕES DESTA ASPIRAÇÃO

1. A aspiração pela justiça e pelo reconhecimento efectivo da dignidade de cada ser humano, como qualquer outra aspiração profunda, exige ser esclarecida e orientada.

2. Com efeito, é um dever usar de discernimento acerca das expressões, teóricas e práticas, desta aspiração. Pois existem numerosos movimentos políticos e sociais que se apresentam como porta-voz autênticos da aspiração dos pobres e como habilitados, mesmo com o recurso a meios violentos, a realizar as transformações radicais que poriam fim à opressão e à miséria do povo.

3. Deste modo, a aspiração pela justiça encontra-se muitas vezes prisioneira de ideologias que ocultam ou pervertem o seu sentido, propondo à luta dos povos para a sua libertação objectivos que se opõem à verdadeira finalidade da vida humana e pregando meios de acção que implicam o recurso sistemático à violência, contrários a uma ética que respeite as pessoas.

4. A interpretação dos sinais dos tempos à luz do Evangelho exige pois que se perscrute o sentido da aspiração profunda dos povos pela justiça, mas, ao mesmo tempo, que se examinem, com um discernimento crítico, as expressões teóricas e práticas que são componentes desta aspiração.

(cont)
(Revisão da versão portuguesa por ama)
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Notas:
[1] Cf. Gaudium et spes, n. 4.